Antes que nada, quiero romper una lanza a favor de todo el elenco que ha hecho posible el tomo Del Tebeo al Manga por su profesionalidad y por despejar muchas dudas. En la presentación que tuvo lugar en Barcelona, en Norma Cómics, la media de edad eran unos trenta y muchos. pocos veinteañeros.

Tras echarle un ojo y ser admiradora de la Songokumanía, quiero hablaros del verdadero impulsor del anime a mi juicio: Mazinger Z.

En innegable que el paso del tiempo ha tratado mejor a unas obras que a otras y que la tecnología ha jugado en favor de las que mejor han sabido envejecer.

Corría la década de los '70, finalizándola más bien, y en España sólo teníamos dos cadenas de televisión: el vhf y el uhf, así que no podíamos escoger qué ver, ni existía ningún aparato para volver a ver lo que nos perdíamos ni nada que nos diera información de lo que nos gustaba. Todos veíamos lo mismo, nos gustara o no

De los primeros dibujos a color que disfrutamos, está Heidi. La historia de la niña de los Andes que se va a vivir con su abuelo.

El anime ha envejecido bien, Ghibli tiene una seña de identidad inconfundible desde hace muchísimos años que es un tipo de dibujo redondeado y bastante creíble, de manera que si vemos Heidi y por ejemplo Ponyo en el Acantilado, descubrimos las mismas líneas de diseño a pesar de los años transcurridos.

Esto se repetiría pocos años después con la serie Marco: de los Apeninos a los Andes (Haha wo tazunete sanzenri o también conocida como Tres mil leguas en busca de mamá).

La fórmula funcionaba; un dibujo atractivo, unas enseñanzas de lo más práctico para infundar buenos valores y mantenerson sentados tranquilamente en el sofá.

Y de repente a principios de los '80, llegan unos dibujos en el que los guantazos están permitidos, tienen nombres raros como Koji Kabuto o Sayaka y unos ojos desproporcionadadmente grandes. Llega la verdadera invasión anime con su dibujo característico.

No había más medios pero aquella serie de robots, Mazinger Z logró sentar por igual a padres y a hijos en el mismo sillón. Que sí, siempre está la búsqueda del bien, pero el primer manotazo a la realidad con la muerte del abuelo de Kabuto nos la llevamos y no todo eran buenos sentimientos, todos queríamos liquidar al Doctor Infierno y sus brutos mecánicos... Pero esperábamos con ansa los combates.

Lastimosamente en este país todo funciona igual e iba a crearse un parque temático en Tarragona, concretamente en la Urbanización Más Plata, para lo que no dispusieron de las licencias necesarias ni de los permisos correctos. Una estatua de 10 metros de envergadura cuentan que flanqueada por otras dos de Heidi y Marco (con su mono Amedio) de poco más de metro y medio iban a ser la entrada de ese parque. IBAN.

Las dos pequeñas desaparecieron, alguien sabrá lo que ocurrió con ellas (si realmente existieron)... Y el Mazinger Z, impresionante, está abandonado a su suerte en aquel paraje al que cuesta acceder y ningún transporte, salvo el coche nos acerca.

Mazinger Z fue el verdadero boom, el desencadenante de la fiebre anime de un país que lo recibió como un héroe, ya estaba bien de ser correctos y buscar la vía del diálogo. Era mejor entrenarse para sacudir con más fuerza.

En el país vecino, Francia, años después estrenarían Goldorak del mismo creador Gô Nagai, también conocida como Grezinger. Pero no nos desviemos del tema.

Devorábamos el merchandising que aparecía, desde los cromos de los Phoskitos hasta aquellas figuras de un solo color que vendían por 25 pesetas, al igual que el albúm de la editorial Fher (no, no era Panini...)

Si hubiera existido el video, fotocopias, algo para volverlo a ver, sin duda lo hubiéramos hecho.

Jacky y Nuca, La Batalla de los planetas (lo que era "Comando G), invadían nuestras sobremesas o sábados por la tarde.

Unos años después llegó al uhf (la 2, para que nos entendamos) el lacrimógeno Candy Candy que volvía a reunir a madres y a hijas (y algún hijo..) un domingo para llorar juntas. Aquellos dibujos de enormes y brillantes ojos, empezamos a identificarlos como japoneses. Yo era una de las poseedoras del "diseña tu moda" de Geyper,. en versión Ojos grandes.

La serie no llegó a emitirse completa pero logró que saliera el primer cómic manga por estos lares ( del que yo tenga constancia, no soy especialista y esto está versado en mis recuerdos..) pero desató una fiebre por dibujar aquellos grandes y brillantes ojos y si no podíamos fotocopiarlos, los calcábamos con papel carbón (siempre había un banco/caja de ahorros con papeletas donde aprovecharlo).

Ulises 31 nos mostró la grandeza de la Odisea de Homero en plan futurista y el nacimiento de la cadena autonómica tv3 nos trajo Doctor Slump de Akira Toriyama, con el que descubriamos que los dibujos pueden ser divertidos e irreverentes, además de "raritos" (Superdeformed/Chibis) y poco a poco llegamos a la siguiente explosión, que tuvo lugar en la década de los 90.

Bésame Licia, JEM, Samurai X... Y los dos grandes desencadenantes de la pasión japonesa: Los Caballeros del Zodíaco en la televisión nacional y Bola de Drac en las autonómicas; estuvieron conviviviendo durante algún tiempo hasta que los Caballeros de Atenea se pasaron a Tele5, donde poco después llegaron DDos Fuera de serie (Sergio y Juana) y el siguiente bombazo anime Campeones (Oliver y Benji).

Ya me he pasado de Dragon Ball, así que voy a dejarlo aquí y si queréis más expansión sobre Goku and friends, no dudéis en ver el documental de Songokumanía.

Un anexo y unas palabras para todos aquellos que dicen que el cómic era tal hasta que llegaron los japoneses: los japoneses siempre han estado ahí como los superhéroes y todos tienen sus altibajos. Los '90 fueron el "despegue" del manga en España, pero no el principio.

Llegado hasta aquí, soy de las que se posicionan al lado del robot más famosos de todos los tiempos. Consiguió casi tener una urbanización de culto. CASI. Las malas gestiones lo impidieron y el tema de las licencias hicieron que su creador, Gô Nagai, no pudiera disfrutar de tan grande obra de su criatura; Dragon Ball y Los Caballeros fueron el detonante pero Mazinger fue la mecha (nunca mejor dicho)