-Calaveritas brillantes… ahorcados… Pásame otra cinta de intestinos, ¿quieres?

-¿Las guillotinitas dónde las pongo?

-Un par de ellas por arriba, que se vean bien, pero no muy juntas. La otra, por un ladito, para no dejar el árbol muy desangelado por detrás.

-Nena, es un árbol navideño terrorífico, va a estar “desangelado” de todos modos.

-…Ya sabes lo que quiero decir.  ¡Oh, mira, hombrecitos de nieve con agujero en el pecho… para empalarlos en las ramas! ZombiD, qué buen gusto has tenido. 

     ZombiD me sonríe y seguimos decorando nuestro árbol navideño que, como es costumbre en las Montañas Oscuras, donde se ubica el castillo cuya mazmorra tengo alquilada, es un ciprés. En ésta época, dulce y entrañable que es la Navidad, nuestra sección abre un pequeño paréntesis para hablar de cine que ya tendrías que haber visto, pero de temática, ambiente o idoneidad para ver precisamente en fiestas familiares. O sea, que en las próximas semanas, se acabó hablar de cine con palabrotas, pectorales femininos o tiros. Mala suerte. E inauguramos nuestro paréntesis de Cine que sólo se ve en Navidad con un clásico poco conocido: Niñera Moderna.


  
 

  Es la década de los cincuenta, la Segunda Guerra Mundial ha terminado, y con ella la crisis económica. De nuevo se pone de relieve que “no hay modo de vida mejor que el Americano”. Las familias norteamericanas viven en encantadoras urbanizaciones donde las mamás hornean pasteles de manzana y tienen los últimos electrodomésticos, los papás usan sombrero y chaqueta y tienen un automóvil grande y confortable para ir y volver del trabajo y los vecinos son amigos íntimos. Todo es tan tranquilo y pacífico que muchos vecinos encuentran aburrida su propia vida y se dedican por ello a fisgar la de los demás. Es lo que sucede en Hunnimberg Hill, donde llega un taxista preguntando por una casa concreta, y Clarence Appleton, el vecino que le orienta, desea fervientemente saber por qué han pedido un taxi los King. Al no enterarse, la madre del susodicho vecino espía con sus prismáticos la casa de marras, decidida a saber qué sucede.

    Lo que sucede no es otra cosa que la asistenta de los King, harta de los niños y del perro, se despide fulminantemente. Tacey (Maureen O´Hara) y Larry King (Robert Young) se encuentran sin niñera para cuidar a su tres traviesos hijos y esa misma noche tienen una cena importante con el jefe de éste, de modo que contratan una babysitter… Idea que se revela desastrosa. Clarence, en su papel de Cotilla Número Dos (la Número Uno es su madre) de la urbanización se presenta “por casualidad” en la cena de los jefes de Larry para entregarle a aquél una carta que “el descuidado cartero ha dejado en su buzón; tendrá que disculparle, la ha abierto sin darse cuenta de lo que hacía, pero naturalmente no la ha leído” (….ya), y dice a Tacey y Larry lo mucho que le sorprende verles allí, él pensaba que estarían en la fiesta que se celebra en su casa… la canguro ha llamado a sus amigos y han montado una discoteca en el salón de los King, y los niños están despiertos en la escalera, viéndoles bailar. 


     
Ante el fracaso de la canguro y la huida de la asistenta, Tacey decide buscar una niñera a tiempo
completo, que duerma en casa y la ayude con los niños y las tareas domésticas, por lo que pone un anuncio en el periódico que recibe pronta contestación de una niñera que dice haber estudiado psicología y tener la preparación necesaria para ocuparse de niños de cualquier edad. Los King aceptan, pero su niñera resulta no ser una mujer. Es un hombre llamado Lynn Belvedere. 

     El sr. Belvedere, encarnado por Clifton Webb, nominado al Oscar por su interpretación en ésta película, resulta ser un inglés en el más puro sentido del término: educado, cortés, flemático, redicho, estirado, frío… pasado el estupor inicial al encontrarse con un hombre, los King piensan en echarle, pero el sr. Belvedere, genio y filósofo (él se define así. Y tiene razón), asegura “odiar cordialmente” a los niños, pero ser capaz de hacerse con ellos si le dejan mano libre. Mientras los padres, fuera de la cocina, debaten si dejarle a prueba, el pequeño de los niños se dedica a lanzar papilla al sr. Belvedere, quien le dice severamente que no lo haga. Finalmente, el pequeño le lanza una buena cucharada y el filósofo le pone el bol de papilla por sombrero. “Le he dado una lección objetiva, y como pueden observar, no le ha gustado. Les garantizo que no volverá a tirar papilla a nadie en toda su vida”, dice el sr. Belvedere. Se queda. 


    Si alguno de vosotros ha visto Mary Poppins, se acordará de cómo la cinta métrica la definía: “prácticamente perfecta en todo”. Esa definición no se ajustaría al sr. Belvedere, puesto que él es “absolutamente perfecto en todo”. La nueva niñera de los King da la vuelta a los niños en pocas horas y se convierte en el héroe de los mismos; consigue que el hiperactivo gran danés de la familia sea un perro tranquilísimo, arregla la nevera… y en sus horas libres, nadie sabe qué hace, puesto que se encierra en su habitación y jamás se oye ningún ruido, pero los King no pueden entrar en su cuarto con la copia de la llave, puesto que el sr. Belvedere, experto en cerrajería, se ha apresurado a cambiar la cerradura. Y no ése su único campo de conocimiento; también ha sido actor, director de cine, especialista en huesos, apicultor, bailarín, sastre… y diréis ¿qué no ha sido? Pues nos lo dice también: “jamás he sido un vago, ni un parásito”.

   La perfección y discreción del sr. Belvedere son tales que Tacey asegura que le tiene fascinada y empieza a provocar celos en Larry y habladurías en el barrio, que darán pie a situaciones muy divertidas y un estallido final verdaderamente soberbio. 



    Todos los que hemos vivido en una casa de vecinos o pueblo pequeño, sabemos lo que es tener detrás de ti a un montón de vecinos chismosos que al carecer de vida propia, se dedican a inventarse la de los demás, sin pararse a pensar el daño que pueden hacer con ello. Los rumores, chismes, etc., eran tan comunes en la Norteamérica provinciana como en la España profunda, y la película se regodea en ello, mostrándonos que aquéllos que gustan de cotillear sobre los demás, son los primeros indignados cuando se ven en el otro lado. 

     Niñera moderna tuvo tanto éxito que contó con dos secuelas, El sr. Belvedere va a la Universidad y El genio se divierte, que son muy difíciles de encontrar en su versión doblada a castellano, pero relativamente fáciles de conseguir en inglés con subtítulos. El personaje quedó para la posteridad como el arquetipo de genio excéntrico tan frío como adorable y capaz de saber y entender de todo, y fue adaptado en la década de los ochenta para una serie televisiva, Mr. Belvedere, de cierto éxito en España. La película es una cinta costumbrista, amable y de humor deliciosamente mordaz, apta para todos los públicos y específicamente recomendada para ver en familia. 



   “Nueve millones de terroristas en el mundo, y se me ocurre matar a uno que tiene pie de mujer” Si no coges ésta frase, tienes que ver más cine.