Quiero ser califa en lugar del califa
«Érase una vez, en Bagdad la magnífica, reinaba un califa muy, muy
bueno, pero que tenía un visir malísimo, y…. ah, ¿no te lo dije? Cambié
de idea».
Con esta sencilla frase, hace ya cuarenta y nueve años, René
Goscinny empezó a describir al personaje más terco, villano, cruel,
ruin, innoble… y pese a todo, encantador del cómic francés, a un
dibujante que le adoró (al creador y al personaje), y que nos dejó el 18 de Agosto del 2011, a la edad de 81 años: Jean Tabary.
Tabary nació en Estocolmo, Suecia, en el año 1930, el menor de nueve
hermanos y, como suele suceder en estos casos, ya de niño le gustaba
contar historias y dibujar y solía hacer pequeñas historietas ya en la
escuela, si bien, no solía contar con la aprobación de sus maestros,
dado que las dibujaba durante las horas lectivas.
Con 26 años se
presentó, casi por probar suerte, en el semanario Vaillant, con los que
serían sus primeros personajes, Richard y Charlie, quienes, en palabras
del propio autor «son amigos inseparables, sobre todo en la adversidad. Y
como la adversidad es lo que más les sucede, no se separarán jamás».
Con el característico humor blanco de la época, Tabary se hace pronto
famoso y comienza a dibujar otros personajes, como Totoche, el jefe de
una banda de pilluelos que viven accidentalmente aventuras peligrosas y
divertidas, pero siempre cargadas de buenos sentimientos.
Su talento es rápidamente recogido por la revista Pilote, dirigida por
René Goscinny, quien le ofrece la creación de una nueva serie: Valentín
el Vagabundo, para la que Goscinny le da las primeras ideas y casi
enseguida continuará Tabary en solitario. Seducido por la calidad de su
trabajo, el genial guionista decide crear una serie con él, en principio
para contar las desventuras cómicas de un detective privado, pero este
supuesto héroe, jamás llegó a ver la luz.
Goscinny recicló una de sus
propias ideas, con un argumento que le atraía mucho más: dar, por
primera vez el protagonismo a un villano. Y así en 1962, nació el Gran
Visir Iznogud.
La idea del personaje llevaba rondando en la
cabeza de el amigo de la máquina de escribir ya unos años, desde que
escribiera Las vacaciones del Pequeño Nicolás. En un capítulo del libro
Nicolás, veraneando en un campamento de colonias, se ve obligado a
dormir la siesta diaria junto con sus compañeros y, antes de dormir, le
piden al monitor que les cuente un cuento. El joven vigilante empieza a
contar el inicio de las aventuras del malvado visir, lo que daría a
Goscinny su idea, que continuaría con Tabary, dando ya nombre y
caracteres definitivos a la serie, y sobre todo, la frase-divisa del
protagonista: «¡Quiero ser califa en lugar del califa!».
Tabary, como dibujante cómico y humorista que era, adoraba las
situaciones cómicas y en especial los juegos de palabras, por los que
ya conocía bien a Goscinny, quien llevaba varios años ya haciendo a
Asterix, donde eran frecuentes. El guionista que gustaba de
adaptar su trabajo a sus colaboradores gráficos y que sentía debilidad
por la admiración que le profesaba el joven Tabary, varios años más
joven que él, los sacaba en serie para él. De hecho, el mismo nombre del
protagonista, es un juego de palabras, Iznogud, que puede traducirse
del inglés como «no es bueno», o «bueno para nada», lo que ya da una
idea del rumbo de las historias bastante exacta…
Por otra parte, los
juegos de palabras eran un apoyo firme y un gran atractivo frente a la
justeza argumental, dado que las historietas giran en torno a una única
idea: Iznogud quiere ser califa en lugar del califa y, para asegurar la
continuidad de las historias, no lo logra nunca; no solo no lo consigue,
sino que la mayor parte de las veces, sus intentos se vuelven en contra
suya. Con esa sola idea, los autores completaron un total de once
álbumes de cuatro a cinco historietas cortas (de unas ocho páginas) cada
uno, en vida de Goscinny.
El bondadoso califa, Harún el
Pussah, vive en la completa ignorancia acerca del verdadero carácter y
de las oscuras intenciones de su primer ministro. Se pasa el día
durmiendo, salvo a las horas de las comidas, y el pueblo le quiere por
ser tan bueno, a pesar de que sea tan tonto como para no darse cuenta de
la villanía de Iznogud, a quien, por más señas, considera su único
amigo verdadero y le llama cordialmente «su buen Iznogud».
Completa el
reparto el hombre de armas del visir Dilá Lará (Dilath Larath en el
original), guardaespaldas y esclavo personal de Iznogud, y sufridor
particular de la mayor parte de los intentos del protagonista, quien
suele probar en él las pociones o artefactos mágicos, para comprobar si
funcionan. Cuando no sucede así, Dilá demuestra tener un gran sentido
práctico y notable visión de futuro… Él SABE que los intentos de su amo
van a acabar en fracaso y procura anticiparse a ellos para tratar de
sortearlos lo mejor posible…
Así, en La flauta de los chuchos, donde
Iznogud se procura una flauta que mediante una tonada determinada puede
convertir a los hombres en perros, vemos a Dilá haciendo una trenza de
cuerda durante todo el episodio. Cuando Iznogud acaba, efectivamente,
convertido en perro, vemos que lo que ha trenzado Dilá es una correa
para pasearlo.
Tras la muerte de Goscinny, el cinco de Noviembre de 1977, el mundo del cómic francés se convulsionó y tanto Iznogud como Asterix estuvieron a punto de morir con su autor, pero tanto en un caso como en otro, los dibujantes de los respectivos
personajes continuaron la saga.
Mientras Asterix ha ido perdiendo calidad dolorosamente con los años, Iznogud se reinventó en cierto modo a sí mismo. Tabary fundó su propia editorial (Ediciones Tabary), junto a su esposa y sus tres hijos, e Iznogud pasó de tener aventuras cortas a las aventuras largas de 42 páginas, usando siempre el mismo hilo argumental clásico, aunque variando los temas tratados, incluyendo gags alternativos y usando un estilo de humor mucho menos blanco, pasando a usar sobreentendidos sexuales o chistes escatológicos en muchas ocasiones. Así Tabary no solo conservó con vida al gran Visir, sino que le hizo evolucionar y crecer y pasar de ser un personaje netamente infantil a expandirse al público adolescente, e incluso adulto, mediante la serie Las pesadillas de Iznogud, publicada en periódicos, donde Tabary hizo humor político-social con la base de su personaje.
En los últimos álbumes, como El ancestro o Un monstruo simpático, o Las mil y una noches del Califa (no publicado en España) Tabary, ya de edad avanzada, contó con la colaboración de sus tres hijos, Stephane, Nicolas y Muriel, quienes son también historietistas como su padre.
Finalmente, Tabary nos se fue, dejando a Iznogud entre el mundo del cómic y el del coleccionismo. Corre el rumor de que la tríada Tabary no dejará morir a Iznogud y serán ellos quienes se ocupen ahora de él, falta ver si será cierto y en caso de que lo sea, si las historietas estarán a la altura. Particularmente, siendo hijos de quien son, yo pienso darles un voto de confianza y más les vale no defraudarme, ¡porque de lo contrario, los haré empalar!
Por Dita para Kokyou Zen


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