No fue el primer caso de plagio-homenaje que el western
tomaba del cine japonés. Todos conocemos el paralelismo entre Los siete
samuráis, también de Kurosawa, y Los siete magníficos, de 1960, dirigida por
John Sturges. El caso que nos ocupa, pese a menos conocido, es muy claro
también. No se trata de que Leone se inspirase, es que copió la cinta casi de
pe a pa y, salvo algunos detalles, es la misma historia.
Yojimbo («mercenario»), creó al antihéroe solitario y de pocas palabras que en realidad es mejor persona de lo que aparenta ser. Malcarado, sin más compañía que su katana, frío y bebedor, puede parecer un criminal más, pero en realidad la villanía de sus antagonistas le asquea y llena de desprecio, al punto que lucha por destruirlos. Curiosamente, haciendo algo atípico en un personaje como él: pensando.
Campo de Moreras, que así es como el mercenario dice que deben llamarle, es muy fuerte y habilísimo con la espada, motivo por el que ambas facciones buscan atraerle para sí. Sin embargo, él solo lucha cuando no hay otro remedio. En su lugar, prefiere observar, escuchar, maquinar. De ese modo es capaz de azuzar hábilmente a un jefe contra otro a fin de que se maten entre ellos en lugar de molestarse él.
Un par de villanos con muchos esbirros
La cinta nos muestra una sociedad dirigida por dos mafiosos de cierta inteligencia y maldad que han sabido situarse en sus respectivos negocios y controlar parte del pueblo, pero cuya avaricia y miedo les lleva a ansiar la parte del otro. Por suerte o por desgracia, están apoyados por sendos grupos de mercenarios que, pese a haber estado en prisión y tener crímenes a sus espaldas, la mayoría son más bravucones que valientes y tienen las cabezas que bien podían colgar en ellas carteles de «se alquila». Naturalmente, las peleas suelen terminar en empate porque todos son cobardes que no desean luchar y solo saben matar cuando encuentran a su enemigo desprevenido y por la espalda.
La aparición de Campo de Moreras, un verdadero samurái que sabe luchar y no parece tener miedo, provoca el pánico entre ellos y que tanto una facción como otra traten de atráelo. Solo uno de los criminales tendrá algo que puede equilibrar y aún descompensar la balanza: un revólver.
La presencia del arma de fuego hace quedar al villano que la empuña como lo que es: un tramposo algo más listo que sus subalternos, aunque incapaz de una lucha justa, alguien que sale victorioso solo cuando juega con ventaja.
En este aspecto, Leone no pudo marcar esa diferencia, dado que
todos los vaqueros llevaban revólver pero sí hizo que, salvo los jefes de los
bandidos, todos estos fueran un puñado de abusones cobardes que daban más risa
que miedo.
Yojimbo es una gran cinta de cine japonés, entretenida y fácil de ver, ideal para conocer el cine de Kurosawa con una historia amable de fluye con sencillez y que en ningún momento se hace pesada, así como para comparar la presente con el film de Leone y gozar de sus similitudes y diferencias. El héroe solitario que cumple su misión y desaparece sin que nadie sepa más de él, el pueblo en apuros, el duelo entre bandos y hasta el matorral reseco rodando por el suelo momentos antes del clímax…
Resulta curioso ver cómo
las bases del Western, el cine típico norteamericano, las sentaron en Japón.
Mención especial merece el gran Toshiro Mifune, llenando la pantalla como tiene
por costumbre. Un actor que podía hacer mil veces el papel de samurái
atormentado y que siempre resultase único y diferente.
FICHA TÉCNICA
TÍTULO ORIGINAL: YOJIMBO
GÉNERO: DRAMA (WESTERN)
DIRECTOR: AKIRA KUROSAWA
DISPONIBLE EN FILMIN
DURACIÓN: 110 MINUTOS
BLANCO Y NEGRO
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