La genial creación de Robert Segura para Bruguera
Que las condiciones para los dibujantes de Bruguera eran poco menos que esclavistas no es ningún secreto. En 1959, un grupo de creadores decidió abandonar la editorial y fundar la revista Tío Vivo. En respuesta, Bruguera lanzó Ven y Ven, una publicación efímera que apenas duró diez números y fue sustituida por DDT. No obstante, Bruguera logró comprar Tío Vivo en 1961. Fue en estas revistas donde apareció por primera vez el personaje que nos ocupa: Pepón, el cuñado por excelencia.
Al igual que otros autores de la época, como Nené (con La terrible Fifí) o Peñarroya (con D. Pío), Segura basó su humor en el costumbrismo y las desventuras de una clase media-medio despistada. Una clase social a la que le dijeron que ya no eran obreros sino «personal especializado» y le vendían -a plazos interminables- un estado del bienestar que parecía consistir en dar envidia a las vecinas a base de tener televisor o tocadiscos y veranear en la playa, aunque para ello tuvieran que comer patatas viudas desde el día 23.
La genialidad de Segura radicó en huir de los típicos guiones basados en familias tradicionales con hijos o sobrinos. En su lugar, introdujo a un personaje poco explorado en el humor gráfico: el cuñado.
Los protagonistas de esta serie son los Alcorcón, un matrimonio joven y bien avenido formado por Arturo y su esposa, cuyo nombre nunca se revela a lo largo de la serie, algo impensable hoy en día. Sin embargo, la paz del hogar se ve alterada por la presencia de Pepón, el hermano de ella. Este, poco letrado (como se ve a través de su forma de hablar, llena de incorrecciones, contractos y participios sin «d») y cuya afición favorita es la siesta, se muestra un absoluto inútil para todos los trabajos que le encaloma Arturo en su afán por verse libre de mantenerle. Su hermana se pondrá siempre de parte de «su pobrecito, su delicado hermanito al que pretenden obligar a trabajar».
Arturo, harto de mantener a su cuñado, intenta constantemente encontrarle trabajo, pero la falta de habilidades de Pepón y su excesiva franqueza provocan que fracase en todos los empleos. Sin embargo, cuando Pepón consigue inventar algo útil o encuentra una ocupación adecuada, Arturo se consume de envidia, al darse cuenta de que su cuñado, por vago que sea, es mucho más listo, creativo y puede ganar mucho más dinero que él. El trabajador aquí no es el buenecito esclavo, antes bien, Arturo es un personaje vil y ruin, dominado por el ansia monetaria como demuestra mil veces peloteando a su jefe o a la tía Lutgarda, millonaria pariente de su mujer a cuya herencia espera echar mano.
Un humor ácido y rompedor
A diferencia de lo que cabría esperar, Segura no castiga la pereza de Pepón, sino que es Arturo, el ambicioso y mezquino, quien termina sufriendo las consecuencias de su propia avaricia. Pepón, con su sencillez y espíritu despreocupado, se gana la simpatía del lector. Arturo siempre será «el nene», como le llama Pepón: un niñato caprichoso y mandón que no sabe lo que quiere.
Robert Segura continuó dibujando las aventuras de Pepón y los Alcorcón hasta mediados de los años 80, cuando los reconvirtió en Los Muchamarchas, una versión más juvenil en la que Pepón pasó a llamarse Keké Eslaleche.
Además, Segura dejó su huella en otras series como La panda, La panda pop o Lily, la revista orientada al público femenino. En los años 90, con la serie ¿Qué pasa, papá?, Segura cerró su trayectoria en la mítica revista TBO, poco antes de su cierre definitivo.
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