Cuando me enfrento a un artículo acerca de un tema del que sé poco o nada, mi manera de actuar es sumergirme en internet y ratonear. Generalmente, en diez minutos o menos encuentro lo que busco o al menos suficiente para empezar otra búsqueda más concreta. En esta ocasión, no ha sido ni remotamente tan sencillo; la homosexualidad femenina en Japón está tan obviada que apenas se encuentra nada de ella en webs en castellano, y aún en páginas anglosajonas me las he visto y deseado para conseguir algo. No sucede así con la masculina, todos hemos oído hablar de las relaciones homo eróticas que con sus jóvenes discípulos mantenían los samuráis, o de cómo los artistas del teatro kabuki se prostituían con hombres o con ambos sexos por igual. Las lesbianas, en cambio, no parece que hayan existido hasta principios del siglo XX.
No es la primera vez que vemos
este fenómeno, la ocultación de la homosexualidad femenina. Aquí, durante la
dictadura, la homosexualidad masculina estaba ferozmente perseguida y era
castigada con la pena capital. Más tarde, fue objeto de chistes y parodias.
Cruel, desde luego, pero al menos visible. Las lesbianas, sencillamente, no
existían. Dos mujeres podían vivir juntas toda su vida, ir de la mano o del
brazo en público, darse dos besos, y nadie pensaría de ellas que eran pareja,
todo lo contrario, en aquellos años de feroz represión, se las tomaría por
mujeres decentísimas ya que no se las conocería relación alguna con hombres.
Ventajoso a la hora de conservar el pellejo, aunque también ocasionó que la
aceptación del lesbianismo fuese más tardía, se las considerase como «anormales,
desviadas, enfermas…» en el imaginario popular durante mucho más tiempo. Japón,
como cualquier sociedad heteropatriarcal, no fue ajena a esa manera de pensar.
Posición de la mujer
El papel de la mujer japonesa en
el sexo siempre ha sido el de receptora, pasiva. En muchos autores clásicos y modernos,
vemos que el amor de la mujer en el matrimonio no se dirige hacia el varón con
el que está casada, sino hacia los hijos que tiene de él. Su ansia, su amor o
su deseo no se ven satisfechos con el acto sexual, sino con el embarazo y la
crianza, mientras que el hombre sí desea a la mujer, al punto que suele no
tener suficiente con una y recurre con frecuencia a las concubinas o
prostitutas a fin de realizar con ellas el acto sexual fuera de la procreación
o para determinadas prácticas que, por su elevado nivel de sensualidad, no
pueden ser llevadas a cabo por la esposa, la mujer decente. Privadas así de
nuestro propio deseo sexual u obligadas a elegir entre ser «buenas»
(lo que implica no gozar nunca o disimularlo castamente, ni exigir nunca
nuestro placer) o «malas» (lo que implica ser putas y tener muy pocas
probabilidades de casarnos nunca ni tener una cierta estabilidad), la
posibilidad de tener sexo con otra mujer era impensable, ¿para qué? Se suponía
que a nosotras el sexo no nos decía nada.
Sin embargo, y como podéis suponer, no era así. La homosexualidad femenina era disfrazada de amistad íntima de cara a la galería, de manera que cada pareja de mujeres llevaba su sexualidad en el más absoluto secreto, creando un mundo en el que solo vivieran ellas dos. El resto de sus allegados (que podía incluir maridos, hijos, etc.) no sabían nada de la verdadera naturaleza de su relación. Aquello privaba de referencias a las nuevas mujeres que tuvieran sentimientos de amor y atracción hacia otras mujeres. En palabras del autor Wim Lunsing (Sexuality and gender in contemporary Japan, 2001, editado por Routledge), «las mujeres japonesas tuvieron que descubrir sentimientos lésbicos generación tras generación». No obstante, hay cierta documentación, aunque escasa, de mujeres enamoradas de otras mujeres ya durante el período Nara (646-794), amén de pinturas y documentos pertenecientes al período Edo, situados en los mundos flotantes.
Puesto que las geishas y oiran eran las mujeres que gozaban de cierta libertad, más acusada
cuanto mayor era su capital, alguna de ellas mencionó a su amante femenina, le
escribió cartas de amor o se dejó dibujar con ella en actitudes cariñosas o
hasta sexuales. Bien es cierto que estos dibujos iban más destinados a producir
la excitación en aquellos clientes que los veían que a una normalización. Se
consideraba una especie de perversión, similar a ver a la mujer acariciarse.
También han sido encontrados en esta época falos y cinturones con dildos que,
aunque en muchas ocasiones fuesen destinados a la autosatisfacción o a los
juegos anales con clientes varones, también fueron utilizados para el acto
sexual entre mujeres.
Lesbianismo durante el siglo
XX
Damos un salto temporal y nos situamos
ya en el siglo XX. Con la apertura de Japón al mundo occidental, el fin de los
privilegios de los samuráis y la disolución de las rígidas clases sociales que
hasta entonces había imperado en la sociedad, la mujer comienza a reclamar,
tímidamente desde luego, un papel más allá del de ama de casa y madre. Las
niñas van a la escuela, conocen a otras niñas de su edad fuera de su círculo
familiar y las ideas afloran con rapidez. Debido a que la religión budista y
sintoísta no rechazaba la homosexualidad como sí lo hacía el cristianismo, las
relaciones sentimentales entre mujeres no sufrieron un rechazo especial, como
no lo habían sufrido las masculinas, si bien se consideraba algo que, como todo
lo sentimental, pertenecía al ámbito privado, no se hacía alharaca de ello.
No obstante, durante el período
de entreguerras, la percepción cambió. Inspirados en el ideario nazi, los
japoneses fijaron rígidamente los roles masculino y femenino, siendo el primero
el proveedor y el segundo el cuidador. Todo aquello que se saliese de los
papeles establecidos, era indeseable. La homosexualidad en todos sus términos
fue duramente perseguida a nivel legal y moral, algo que continuó bien pasada
la Segunda Guerra Mundial. Gracias a la percepción de la mujer como criatura poco
interesada en el sexo, a la que aludía más arriba, el lesbianismo tuvo más
oportunidades de vivirse en secreto, fue menos perseguido. Por contra, fue más
utilizado para la pornografía, más apartado de la normalidad. Se consideró
durante mucho tiempo que las mujeres lesbianas en realidad no eran tales, que
las mujeres tenían relaciones con otras mujeres para divertirse o por desviación,
pero que una mujer no podía sentir amor romántico hacia otra mujer (cosa que sí
se consideraba posible entre hombres). No sería hasta el año 1971 que surgió el
primer grupo de mujeres lesbianas para poder conocer a otras mujeres
homosexuales. Se llamó Wakakusa no kai, aunque ya desde finales de los
cincuenta algunas mujeres se habían atrevido a salir del armario, si bien no
fue hasta finales de siglo que algunas actrices y cantantes dieron el gran paso
de admitir su sexualidad para el gran público.
¿Y hoy en día?
Hoy en día, la situación sigue
siendo ambigua. La homosexualidad en Japón no está perseguida y la tolerancia
es cada vez mayor, sin embargo, el matrimonio igualitario todavía no está
conseguido. De acuerdo a la legislación nipona, el casamiento sólo se concibe
entre un hombre y una mujer, de manera que una pareja homosexual no puede tener
las ventajas fiscales que un matrimonio conlleva, ni heredarse mutuamente, ni
muchas otras cosas. Para que veamos un ejemplo de cuán ilógica es esta
legislación, os diré que una persona homosexual puede adoptar a un niño como
familia monoparental, pero no puede hacerlo conjuntamente con otra persona de
su mismo sexo. Sí que se trabaja, eso sí, en impedir la discriminación en todas
sus formas en el terreno social, laboral y escolar. La propia sociedad va
avanzando, aunque sea a pasos pequeños y, aunque todo el mundo dice que hay
otras cuestiones más importantes de las que ocuparse, lo cierto es que el
matrimonio igualitario acabará abriéndose camino como ya lo ha hecho en otros
muchos lugares del mundo.
En cuanto a las representaciones artísticas, el yuri o hentai de lesbianas nos sigue recordando que, para un número elevado de personas, las lesbianas solo existen para provocar excitación. No obstante, por más que otros animes llegasen aquí con ridículos cambios argumentales (todos sabemos que Guerrero Urano y Guerrero Neptuno NO eran primas), sí es cierto que han hecho mucho por la visibilización y normalización de unos sentimientos tan puros, potentes, y normales como los de cualquier persona.
Fuentes
https://es.wikipedia.org/wiki/Diversidad_sexual_en_Jap%C3%B3n
https://www.culturaasiatica.com/homosexualidad-en-japon/
https://dressingdykes.com/2021/07/09/feminism-and-the-fashioned-lesbian-in-1910s-japan/
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