El seis de agosto de 1943, la vida de todos los habitantes de la ciudad de Hiroshima, en mayor o menor medida, cambió para siempre. En un esfuerzo que obedecía por igual a forzar la rendición de Japón como a causar miedo a la Rusia comunista, Estados Unidos lanzó la primera bomba atómica contra un objetivo civil, a sabiendas de que iba a provocar una verdadera masacre no ya entre soldados, sino entre mujeres y niños. Con sus escasos siete minutos de duración, el cortometraje Pika Don (bomba atómica) nos lleva a aquella matanza a pie de calle.
Con
una animación delicada y de colores pálidos, el corto se divide en dos partes
muy bien diferenciadas. Tras abrir la animación con el tic-tac de un reloj,
veremos primero a algunas personas en sus tareas matutinas como preparar el
desayuno, alimentar a niños pequeños, dirigirse al colegio o al trabajo. Tan
pronto como llega la hora en que la bomba impactó (las 8:15), se desata el
caos. Las personas, que un momento antes se dedicaban a sus quehaceres, son
literalmente despedazadas por la tremenda fuerza de la explosión, abrasados
vivos hasta derretirse, atravesados o aplastados por el sinnúmero de cristales
y escombros que arrastró la onda expansiva o peor aún: sobreviviendo.
«Para
nosotros será muy fácil, estamos a menos de quinientos metros de uno de los
objetivos principales. Una décima de segundo y un brillante resplandor… y acabó
todo. Seremos mucho más afortunados que los pobres desgraciados que vagarán
ciegos entre los restos incandescentes. Nos ahorraremos el horror de
sobrevivir», Juegos de guerra, 1985.
El profesor Falken habla sobre lo que sucederá cuando caiga allí una bomba
nuclear.
En la
segunda parte del corto podemos ver a las víctimas y fotos de los lugares
devastados por la explosión. Pese a carecer en absoluto de palabras y contar
con un trazo que no abusó de los detalles, el horror es más que evidente. En
ese sentido, «Pika Don» no es sensacionalista ni promueve la culpa hacia ningún
país concreto, sino que se limita a señalar los horrores del ataque, de la
guerra en general, amén de mandar un mensaje con un deseo de paz. La ciudad de
Hiroshima quedó tan conmovida por la cinta en su estreno en 1978 que decidieron
establecer allí el Festival de Animación Internacional a partir de 1984, a fin
de apoyar nuevos valores para este medio de expresión artística.
Corría la
década de los setenta cuando Renzo Kimoshita, director de animación en
episodios de la serie «Big X» o alguna cinta como «Cleopatra», decidió producir
y dirigir este corto tan controvertido junto a su hermana Sayoko, quien se
encargó del guion. Y digo «controvertido» porque toda producción que hable de
la guerra lo es, y aunque en los años setenta Japón y Estados Unidos ya eran
aliados, nunca es buen momento para recordarle a uno que te mató a unos 140.000
civiles de una sentada (cálculo aproximado, y solo de la detonación. Nunca se
ha podido hacer una estimación real de las muertes causadas por la lluvia
radiactiva y la leucemia posteriores).
Mucho se
ha hablado acerca de si era necesario o no el lanzamiento de una destrucción
semejante (dos veces) contra población civil, y más de una potencia tan
aterradora que incluso el piloto que soltó la bomba exclamó «Dios mío» al mirar
el hongo atómico. En «Pika Don», antes que encontrar ese debate o una respuesta
al mismo, más bien encontramos una petición: la de que nadie lo haga de nuevo.
El
cortometraje se encuentra disponible en Youtube y, por duro que sea su
visionado, os lo recomiendo. Es casi un imprescindible de la animación japonesa,
además de un documento histórico extraordinario.
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