El año nuevo chino

Cuentan que hace muchos, muchos años, los campesinos chinos de cierta aldea que daba al mar vivían aterrorizados ante la llegada de la primavera. Cada vez que lo peor del invierno tocaba a su fin, una horrible bestia salía del mar para atacarles. Esta bestia vivía en lo profundo de las aguas, allí donde no llegaba ya la luz. Se llamaba Nian («año»), y tenía la forma de una monstruosa serpiente marina con cuernos de dragón y cabeza de león. Cada vez que salía, agitaba sus melenas blancas y recorría los campos de labor buscando las cosechas. Al no encontrarlas montaba en cólera, subía hasta el poblado y allí desahogaba su furia destruyendo las casas, matando a cuanto hombre o mujer se interponía en su camino, y comiéndose a los niños que podía encontrar.

Así, para evitar morir y perder a sus hijos, cada vez que llegaba aquella época, los campesinos recogían todo lo indispensable y huían hacia las montañas, donde Nian no podría alcanzarles, y allí permanecían varios días, hasta que la bestia decidía marcharse y regresar a su hogar submarino. Era molesto, les suponía grandes pérdidas y la bestia siempre arrasaba la mayor parte de las casas, sí, pero aquello era mejor que morir o ver cómo sus niños eran devorados.

Pasaba el tiempo de esa manera, hasta que, en cierta ocasión, pocos días antes de la llegada de Nian, apareció un anciano viajero en el pueblo. Se trataba de un vendedor ambulante de petardos que llevaba varias ristras a la espalda, vestía de rojo y caminaba pausadamente. El hombre se quedó muy sorprendido cuando vio a todo el mundo corriendo de acá para allá, cargando cosas y preparando la huida. Allí donde preguntaba, todos le decían que no podían darle alojamiento, porque tenían que dejar el pueblo. Finalmente, una mujer se apiadó de él y se ofreció darle cena y cobijo por esa noche, pero le advirtió que al día siguiente ambos debían marcharse, pues Nian estaba a punto de llegar. Cuando el extranjero preguntó quién o qué era Nian, la mujer le contó el asunto. El anciano escuchó gravemente y al fin dijo que él podía deshacerse de aquel monstruo en agradecimiento por la amabilidad que había demostrado su anfitriona. A cambio, solo pediría eso: que le dieran cobijo si alguna vez regresaba. La mujer se escandalizó e intentó quitárselo de la cabeza, pues solo conseguiría hacerse matar por Nian, pero el viajero insistió con tal serenidad que al fin le dejó hacer y le hizo la promesa que pedía.

El año nuevo chino

La noche siguiente, el anciano se quitó sus ropas rojas, las extendió por la arena y se sentó tranquilamente en la playa a esperar a Nian. Cuando la bestia salió del mar, el anciano prendió fuego a los petardos. Estos hicieron un ruido tan espantoso que sobresaltaron a Nian. Cuando esta miró a sus pies, el anciano agitó sus ropas de un lado a otro y lanzó cohetes de fuegos artificiales. Nian creyó que todo el pueblo estaba en llamas y que el mundo entero era una inmensa llamarada. Temeroso de abrasarse vivo si seguía allí, salió huyendo presa del pánico y se refugió en el mar de nuevo sin tocar ni una sola teja del pueblo.

Cuando llegó el amanecer, los campesinos bajaron al pueblo y allí solo encontraron los restos de los petardos y los cohetes quemados. El anciano ya no estaba y nunca más regresó. Todos quedaron convencidos de que se trataba de un dios de la buena fortuna que había venido para ayudarles contra Nian, de modo que siempre en aquellas fechas a finales del invierno decidieron montar una gran fiesta llena de fuegos artificiales, en primera para honrar al bondadoso y sabio anciano, y en segunda para que, si a Nian se le ocurría volver, se asustara y se marchara otra vez. También hicieron comida de sobra y se aseguraron de tener abiertas las puertas de sus hogares a fin de cumplir la promesa que le hicieran al viajero: dar cobijo a aquel que lo precisase. Esta bonita leyenda ha pasado de padres a hijos durante cientos de años en China, y en ella se basa gran parte de la tradición del Año Nuevo Chino.

Ahora, vamos a tratar esta festividad desde un punto de vista más actual, ¿cómo se celebra el año nuevo en China? A diferencia de otras partes del mundo, China no sigue el calendario gregoriano que todos conocemos y usamos a diario para esta festividad, sino que se rige por el calendario lunisolar. Así, el comienzo del año en China cae en la luna nueva más cercana al día equidistante entre el solsticio de invierno (entre el 21 y el 23 de diciembre) y el equinoccio de primavera (entre el 20 y el 21 de marzo). Este suele caer entre el 3 y el 5 de febrero, aunque, para que coincida a la vez la luna nueva con la posición del sol con el inicio del zodíaco, en realidad sucede entre el 21 de enero y el 18 de febrero.

En cuando a las celebraciones que acompañan este día, en realidad son similares a las que se llevan a cabo en otras partes del mundo, sí, pero vamos a verlas con atención:

Limpieza y decoración: Igual que en Japón, en China se preparan para recibir al Año Nuevo con una gran limpieza, lo que implica no sólo sacar brillo y quitar el polvo, sino también deshacerte de todo lo que estorba, lo que has dejado de usar y todo lo inútil, a fin no sólo de dejar sitio en las estanterías, sino también de empezar el año con nueva mirada y con objeto de conseguir los nuevos retos y objetivos que vendrán. Eso sí, esto ha de hacerse el día anterior a la celebración, nunca el último día del año, de lo contrario barrerás para fuera toda la buena suerte de la casa.

La decoración destaca por un color en particular, el rojo. Puesto que las falsas llamas que ahuyentaron a Nian eran las ropas rojas del anciano, en toda China se considera este como el color de la buena suerte. Todos los farolillos, las peticiones y la decoración en general es de tan llamativo color.

El año nuevo chino

Cena familiar: En los días previos a la celebración del Año nuevo se producen los mayores movimientos migratorios del año y todos son chinos que regresan a sus lugares de origen para visitar a sus familias. La última cena del año, de hecho, se llama «cena de reunión», y se la considera la comida más importante de la anualidad. Antes de la colación, se produce un momento de recuerdo y adoración hacia los antepasados, para honrarlos y demostrarles que se les respeta por encima de todo, incluso de los manjares. Este homenaje se traduce en veneración a las tradiciones y la búsqueda de la buena fortuna, pues se cree que los ancestros, agradecidos por el respeto que se les muestra, protegerán y cuidarán de la familia.

La comida también tiene el sentido de atraer la buena suerte para el año nuevo, y todas las viandas que se comerán se cree que pueden llamarla. Por ejemplo, es tradicional comer pescado porque, en China, su pronunciación suena similar a «sobra», de modo que se espera que así tendrán ahorros y bienes de sobra para el año nuevo. Los rollitos de primavera, con su color dorado, parecen barras de oro y simbolizan también riqueza y prosperidad. Los fideos, con su gran longitud, son un deseo de larga vida. Cada comida encierra un símbolo lleno de belleza y esperanza. Igualmente es tradicional cocinar más de la cuenta; en principio esto era para poder donar la comida si algún pobre llamaba para pedirla, tal como se prometía en la leyenda, aunque hoy día, se ha quedado en mera tradición. Por último, es muy típico también cocinar pollo hervido para recordar a los menos favorecidos, pues se decía que esta era una comida tan humilde que todo el mundo se la podía permitir.

Petardos y fuegos artificiales. Es algo que hemos visto innumerables veces, es imposible hablar de China, aún sin referirnos al Año Nuevo, y no sacar a colación la pirotecnia. Como decíamos más arriba, en conmemoración a la estratagema que les libró de Nian, los chinos prenden y hacen estallar miles de millones de petardos e innumerables castillos de fuegos artificiales en esta época del año. A pesar de que el momento grande es en la medianoche, en realidad pueden oírse y verse durante toda la semana larga que dura esta festividad.

Regalos y sobres rojos. Por fin llegamos a la parte favorita de los grandes almacenes y de los caprichosos como yo. En esta época es tradicional intercambiar regalos de todo tipo, desde juguetes y libros, a corbatas y calcetines, pasando por tecnología y hasta tratamientos de belleza, aunque entre los jóvenes el regalo-estrella son los sobres rojos. Los sobres rojos son exactamente eso: sobres de color rojo en papel de seda o de charol, con decoraciones muy historiadas de dibujos y caracteres de buenos deseos, que llevan en su interior una cantidad de dinero. En principio eran gratificaciones que se daban desde las empresas a los empleados, bien como paga extra o como muestra de gratitud por algo en concreto. No obstante, con el tiempo se hizo común regalarlos también a aquellos parientes lejanos con los que no tenías mucho trato; no los conocías lo bastante como para saber qué regalarles y era una indelicadeza preguntarles directamente qué querían, así que era más cómodo darles el dinero. En la actualidad, los jóvenes prefieren cada vez más esta forma de regalo, porque así pueden comprar o gastarlo en lo que más les apetezca, en lugar de recibir el típico juego de colonia y desodorante de a granel.

Para terminar y como curiosidad, apuntaremos que, al ser Año Nuevo una fiesta familiar, no siempre resulta fácil disfrutarla para los solteros. En un país en el que la proporción es de tres hombres para cada mujer, en el que ellas tienen cada vez menos ganas de casarse para no renunciar a sus carreras y en el que llegar soltero a los treinta es ser un fracaso social, la presión de padres y familiares frente a los solteros puede ser una fuente de estrés y discusiones. Para evitarla, se han creado empresas de «novios de alquiler», que permiten arrendar una pareja para estas reuniones. Puedes ahorrarte todos los «¿y tú para cuándo?» o los «se te va a pasar el arroz» por solo 100 yuanes (16 dólares) al día. Festeja, pero seguro.

 

Fuentes