Recuperar una obra imprescindible de uno de los autores mĆ”s prolĆ­ficos de la llamada Gekiga empieza con buen pie.  Rikon Kurabu es una de las obras cumbre de Kazuo Kamimura, que retrata con maestrĆ­a los sentimientos de las mujeres y un tema cogido con pinzas como es el divorcio en el PaĆ­s del Sol Naciente.

                YĆ»ko es una mujer divorciada de 25 aƱos que tiene a su cargo una niƱa de tres, llamada Asako. Regenta un bar social llamado el «Club del Divorcio», donde trabajan mujeres separadas y cuenta con la ayuda de un joven barman llamado Ken. La madre de YĆ»ko se encarga de la niƱa mientras ella trabaja, su ex marido siempre le da problemas y parece que solo Ken la entiende, pero es demasiado joven.

ViƱeta de «El club del divorcio»

                Kamimura Kazuo publicĆ³ Rikon Kurabu en la revista Manga Action (Futabasha) entre 1974 y 1975. Su dibujo suave y perfeccionista, unido a una narrativa con planos que rara vez veremos en otras obras, le hicieron ganar el apodo de pintor de la Era ShƵwa por la cantidad de referencias literarias y pictĆ³ricas que se aprecian en sus obras.

                El autor conocĆ­a como nadie lo que ocurrĆ­a en estos clubs, pues fue asiduo de alguno en las zonas de Ginza y Shinjuku e incluso se retrata como uno de los clientes del bar de su obra.

                El estigma que suponĆ­a ser mujer y divorciada lo apreciamos incluso en la figura de la madre de YĆ»ko, que espera que con 25 aƱos se mantenga pura por si vuelve a casarse. La clientela que va a ver a las hostess esperando obtener de ellas algo mĆ”s que un roce o un macchi saabisu (caja de cerillas que se usaban para contar el tiempo en el que el cliente tenĆ­a derecho al roce carnal. Cuando se apagaba la cerilla, se acababa lo que estuvieran haciendo) y a las que claramente identificaban por la calle por su porte y bien vestir, debĆ­an ir perfectas todo el tiempo.  

                Los problemas econĆ³micos de regentar un local de este tipo, unidos una vez mĆ”s al hecho de que lo regente una mujer, nos da por pensar en las difĆ­ciles decisiones que habĆ­a que tomar y como alguien que fuera de familia noble, podrĆ­a atraer clientela (aparece la hija de una familia adinerada, Tokiko MadenokĆ“ji) o los problemas que supone que Ken juegue con una hostess a los dados (el ruido y demasiada palabrerĆ­a restan romanticismo al ambiente) junto a pensar en sus verdaderos sentimientos: quĆ© es lo que ella quiere y diferenciarlos de lo que quiere la sociedad de ella.

PĆ”ginas interiores de «El club del divorcio»

                A pesar de que las llamadas jōkyÅ« o hostess  se dedicaban a coquetear directamente con los clientes, proveĆ­an un servicio sexual sin llegar a la prostituciĆ³n necesariamente y lo que las diferenciaba de la geishas eran las competencias artĆ­sticas, ya que su nivel educativo les permitĆ­a entablar conversaciones de temas variados con los clientes, lo que les valiĆ³ la categorĆ­a de trabajadoras sexuales y cuyos pagos de cara a que pudiera ocurrirles algo, como un accidente por ejemplo, no se contemplaban con sus tarifas, si no con una cantidad mĆ­nima que rozaba la pobreza.

                MenciĆ³n aparte merece la tensiĆ³n sexual de la pareja formada por Ken y YĆ»ko que el autor siempre encuentra la excusa para que no lleguen a consumar; cuando no se presenta el ex marido, lo hace la madre, cuando no recibe una llamada… ¿Lo de mantenerse casta y sin relaciones viene (o venĆ­a) implĆ­cito en algĆŗn sitio?

Portada espaƱola de «El club del divorcio»

                Una obra imprescindible para comprender un poco la cultura japonesa, llena de matices diferenciales con occidente y costumbres que nos siguen pareciendo arcaicas.  Sin ser una obra dirigida explĆ­citamente al pĆŗblico femenino, retrata a la perfecciĆ³n la vida y sentimientos de una joven divorciada en los aƱos 70. No falta algĆŗn que otro chiste machista por parte del barman que nos traslada al mundo real.