Dos amantes separados que se reúnen una vez al año, peticiones de deseos colgadas de ramas de bambú, decoraciones y fiestas, ¿qué es el Tanabata? 

Hace muchísimos siglos, en el reino celestial, vivía una princesa llamada Orihime, la princesa tejedora. La joven, hija del Rey Celestial, Tentei, vivía tejiendo y bordando riquísimas telas para su padre. Nadie podía superar su pericia. Pero eso implicaba que la joven trabajaba sin descanso y no disponía de un momento para conocer a ningún hombre con quien compartir sus días. Su padre, viendo su tristeza, la presentó a un eficaz granjero llamado Hikoboshi, a fin de que se conocieran y vieran si se gustaban.

            Orihime y Hikoboshi se enamoraron perdidamente al momento y contrajeron matrimonio. Pero ambos, sedientos de cariño y compañía, descuidaron sus labores por estar el uno con el otro. Orihime ya no tejía para su padre, y el ganado de Hikoboshi se acabó desperdigando por el cielo. Tentei se enfureció y les condenó a estar separados para siempre, ya que no sabían estar juntos con moderación. Orihime lloró y suplicó a su padre que le permitiera ver a su marido una vez más, y su padre, compadecido del dolor de su hija, accedió a que pudieran verse una vez al año y tuvieran un día completo para ellos solos. Cuando los amantes llegaron al punto de encuentro, descubrieron que un río de estrellas les impedía encontrarse, y no había puente alguno para poderlo cruzar. La princesa tejedora suplicó ayuda a los habitantes del cielo, y una bandada de grullas acudió, la tomaron en sus brazos y la dejaron sana y salva al otro lado. Le prometieron asimismo que volverían todos los años para ayudarla a cruzar. Y desde entonces, Orihime y Hikoboshi, pasan juntos una noche al año, en el séptimo día del séptimo mes.






            Este hermoso mito da vida a las estrellas que podemos contemplar en el firmamento, en concreto Vega y Altair, separadas por la Vía Láctea, que es el río de estrellas. Al igual que sucedía en la mitología griega, el pueblo japonés usó mitos y cuentos para dar nombres y personalidad a las estrellas, pero este en concreto marca una festividad, el Tanabata, una fiesta veraniega muy representativa de Japón.

            En principio, este festival era conocido como «el festival de las habilidades», y las jóvenes casaderas pedían a los dioses que mejorasen sus habilidades en costura y bordado, las actividades de Orihime. Mientras que los chicos solían pedir que mejorase su caligrafía, o sus cosechas, o aquello a lo que dedicaran su vida y les procurase el sustento. Estos deseos se escribían en pedacitos de papel y se colgaban de las ramas de los árboles de bambú. Hoy en día, es un festival muy querido por los estudiantes, que suelen pedir aplicación para sacar buenas notas en los estudios, capacidad de esfuerzo y comprensión o -más sencillamente- suerte en los exámenes. No obstante, los deseos están al alcance de todos, y cualquiera, sea estudiante o no, puede anotar su deseo y colgarlo del bambú.

            Como en todas las celebraciones japonesas, es habitual ver por las calles vendedores de comida, animadores, juegos y sorteos, y enormes banderines circulares llenos de color adornando las calles, tiendas y centros comerciales. El festival se ha venido celebrando desde que se importó de China en la era Heian, en torno al año 800 d. C., y sólo dejó de celebrarse, por motivos tristemente obvios, durante los años de la Segunda Guerra Mundial.