Ɖrase una vez, hace muchos aƱos, habĆ­a un jovencito llamado Paco IbƔƱez al que le gustaba mucho dibujar y que entrĆ³ como botones en el Banco EspaƱol de CrĆ©dito. Con los aƱos, el citado jovencito acabĆ³ convertido en el nombre de oro del cĆ³mic espaƱol y, como es bien sabido que el humor empieza por uno mismo, cuando en el aƱo 1963 le encargaron crear un nuevo personaje para el DDT, decidiĆ³ recurrir a sus vivencias como botones para dar vida a otro de sus inmortales hijos: el botones Sacarino.
                Mortadelo y FilemĆ³n llevaban ya cinco largos aƱos dando guerra y haciendo que las revistas infantiles se vendieran mĆ”s que nunca. Abrumados ante una demanda que, no es que no esperasen, es que ni se habĆ­an atrevido a soƱar, Bruguera precisaba a la desesperada mĆ”s personajes con los que llenar sus pĆ”ginas, y el prolĆ­fico IbƔƱez fue el encargado de crear a uno nuevo que, en principio, ocuparĆ­a sĆ³lo una fracciĆ³n de pĆ”gina. El que las historietas no ocupasen pĆ”ginas enteras, sino sĆ³lo medias o tres cuartas partes era muy habitual. De esa manera, el resto de la pĆ”gina se rellenaba con chistes de una viƱeta o publicidad, que tambiĆ©n daba ingresos y asĆ­, se le daba a la revista un formato mĆ”s plĆ”stico y vivaz que dedicando sĆ³lo historietas de pĆ”gina completa sin variaciĆ³n.
                IbƔƱez llevaba ya a Mortadelo y FilemĆ³n, las historietas de personajes menos famosos como Cabeza de Ajo (el penĆŗltimo navajo) o Godofredo y Pascualino (viven del deporte fino), los monogrĆ”ficos como La historia esa vista por Hollywood o IncreĆ­ble pero mentira, los personajes publicitarios como Kinito que anunciaba el vino quinado San Clemente (y de la costumbre de dar vino a los niƱos como aperitivo para abrir el apetito, ya hablaremos otro dĆ­a), los chistes de una viƱeta y aĆŗn otras historietas sueltas temĆ”ticas para ilustrar asuntos esporĆ”dicos, como el fĆŗtbol, el veraneo… y aĆŗn me dejo. Y dirĆ©is, ¿cĆ³mo hizo ese fĆ©nix de los ingenios para cumplir con otro encargo mĆ”s? Muy sencillo: haciendo trampa.

Portada de un especial «Mortadelo y FilemĆ³n junto al botones Sacarino.

                Al trabajar en una editorial, IbƔƱez tenĆ­a acceso a cĆ³mics de otros paĆ­ses, sobre todo franceses, que no habĆ­an sido aĆŗn publicados en EspaƱa, y que no lo serĆ­an hasta una dĆ©cada mĆ”s tarde, cuando la fama del fabuloso AstĆ©rix los arrastrara. AsĆ­, se enterĆ³ antes que nadie de la existencia de un personaje cĆ³mico llamado Gaston Lagaffe (aquĆ­ se llamarĆ­a mĆ”s tarde TomĆ”s Elgafe), y tomĆ³ prestados muchos de sus gags para poder cumplir con los plazos. Claro estĆ”, esto sĆ³lo sirviĆ³ durante algĆŗn tiempo; cuando el personaje de Sacarino -como todo lo que tocaba IbƔƱez- se hizo famoso, empezĆ³ a ocupar mĆ”s espacio en las pĆ”ginas del DDT y Pulgarcito, y el autor tuvo que recurrir a sus propios guiones.     

                En un principio, Sacarino -para adaptarse a la comicidad de las historietas de las cuales IbƔƱez sacaba las ideas- contaba sĆ³lo con dos personajes, el propio botones y el Director. Sacarino, botones primero en el DDT y mĆ”s tarde en un periĆ³dico llamado El aullido vespertino, era un chiquillo despistado, simplĆ³n y tirando a vaguete, cuyos despistes acababa pagĆ”ndolos el malcarado director, un hombre gordito, calvo y malhumorado permanente, que trataba a sus subordinados con muy escasa paciencia. Aunque se trataba de historietas divertidas (no en vano muchas de las ideas provenĆ­an de la escuela franco-belga), el humor era un tanto plano y blanco, hasta que entrĆ³ en escena el personaje que completĆ³ la trĆ­ada conocida hoy: el Director actual. El que fuera antiguo Director pasĆ³ a ser el Presidente y el nuevo personaje ocupĆ³ su puesto siendo el tĆ­pico cargo intermedio que conocemos todos los que hayamos trabajado en cualquier empresa: ruin, pelota, rastrero, se cree que manda, pero los de arriba le mandan y los de abajo se le desmandan.

                Con el nuevo Director, las aventuras de Sacarino adquirieron nueva personalidad. Sacarino seguĆ­a siendo despistado, pero ya no era tan simplĆ³n como antes y ahora suplĆ­a con astucia sus pocas ganas de hacer recados. El nuevo Dire -como le llama el botones- no era tan solo alguien malcarado a quien los despistes del botones le estallaban en la nariz, sino un individuo claramente malintencionado que pretendĆ­a hacer mĆ©ritos a base de ser desagradable y regaĆ±Ć³n, cuando no intentaba apuntarse los tantos de los demĆ”s. Claro estĆ”, en justo castigo todo se le volvĆ­a en contra, y cuanto mĆ”s querĆ­a pelotear al Presidente, tanto mĆ”s gordo era el porrazo o la humillaciĆ³n que Ć©ste Ćŗltimo recibĆ­a y que pagaba con el Director.

                Durante buena parte de la dĆ©cada de los setenta, IbƔƱez llevĆ³ las aventuras del botones como las de otros personajes, pero a finales de la citada dĆ©cada, a fin de aumentar las ventas, Bruguera utilizĆ³ a los llamados «negros» para sacar aventuras a todo trapo, desde historietas cortas de cuatro pĆ”ginas, a las largas de cuarenta y dos, con el objeto de venderlas como Ć”lbumes. Como era de esperar, la calidad se resintiĆ³ en funciĆ³n de la cantidad y, a pesar de contar con nombres como JesĆŗs de Cos en el guion y JosĆ© MarĆ­a Casanyes en el dibujo, las historietas nunca alcanzaron la gracia ibaƱezca, y las revistas que habĆ­an salido a propĆ³sito al mercado, Sacarino y SĆŗper Sacarino, nunca lograron cuajar. Historietas largas como El paĆ­s del petrodĆ³lar, El escarabajo de oro o El retorno de Titi, quedan como recuerdo de lo que hace la codicia y lo poco que se logra dando la creaciĆ³n a trabajadores con mucho oficio, pero sin amor alguno a los personajes. JesĆŗs de Cos reciclaba los chistes del propio IbƔƱez cuando no de viejas historietas mĆ”s tĆ³picas que las de Jaimito y CasanyĆ©s, harto de ser el negro de IbƔƱez, de trabajar como tal sin derecho a acreditaciĆ³n y de no poder hacer nunca personajes propios, dibujaba con absoluta desgana, haciendo copia y pega de un modo clamoroso.

PĆ”ginas interiores de uno de los cĆ³mics de «El botones Sacarino».

                A pesar del abandono del personaje, IbƔƱez nos lo trajo una vez mĆ”s en el Ć”lbum de Mortadelo y FilemĆ³n Testigo de cargo, en el cual el botones serĆ” testigo de un atentado y los agentes de la TƍA tendrĆ”n que protegerlo de los intentos del terrorista por acabar con su vida para impedirle testificar. La mezcla de los agentes con la redacciĆ³n del Aullido vespertino, nos dio uno de los crossovers mĆ”s divertidos de la historieta de humor.

                Finalmente, no podemos olvidar (quĆ© mĆ”s quisiĆ©ramos) el fallido intento por llevar a la televisiĆ³n las aventuras del botones. A rebufo del Ć©xito alcanzado por la serie Manos a la obra en la segunda mitad de la dĆ©cada de los noventa que, mĆ”s o menos veladamente estaba apoyada en Pepe Gotera y Otilio, surgiĆ³ la idea de adaptar tambiĆ©n a Sacarino. La encargada fue TelevisiĆ³n EspaƱola pero, al no respetar las ideas originales de la serie y meter personajes que no pintaban nada, los episodios no convencieron a nadie. No solo no terminĆ³ la primera temporada, sino que apenas se llegaron a emitir seis capĆ­tulos. Hoy dĆ­a, el botones Sacarino es una serie abandonada que no saca historietas nuevas, pero siempre se puede disfrutar de las clĆ”sicas.

                «¡O limpiada con bayeta, o limpiada con estropajo, relucirĆ” su cazuela con detergente Cascajo!» Si no coges esta frase, necesitas leer mĆ”s.