
EstƔbamos
como locos esperando el pedido de la carnicerĆa de Mahogany (se avecina
barbacoa) y, cuando oĆmos llegar la furgoneta, nos lanzamos al vestĆbulo como
locos para recibirle. Ya en el vestĆbulo, vemos que Mahogany abre el furgón,
saca nuestra cesta y, mientras la acerca a la puerta del Castillo, un ghoul
pretende aprovechar la ocasión y distraer algo del vehĆculo. Nunca he visto a
nadie volverse tan deprisa, y menos teniendo en cuenta la envergadura de
Mahogany. Agarró al ghoul del pescuezo y lo levantó en vilo. No dijo nada, pero
cómo no debió mirarle, que cuando le soltó, el ghoul dijo “perdone, seƱor”, y
se fue corriendo.
Hay
quien dice en el Castillo que se deberĆa limpiar el terreno de ghoules. Otros,
que son tradicionales y que su presencia ahuyenta a criaturas aĆŗn peores. A mĆ
me dan pena y reconozco que a veces he dejado fuera algĆŗn pastel o un paquete
de azúcar para ellos. Sea como sea, estÔn ahà y ahà van a seguir siempre, pero
al menos con Mahogany y los pedidos de la carnicerĆa ya no se les va a ocurrir
meterse. También de saber lidiar con según qué elementos sociales sabe mucho
nuestro protagonista de hoy, el Comisario Rizzo. Hoy, en Cine Freak salvaje, El
Superpoli.

El
Comisario (Bud Spencer) es un policĆa de la vieja escuela, cuyos mĆ©todos serĆ”n
quizĆ” poco ortodoxos, pero efectivos. Aunque no tiene empacho en liarse a torta
limpia con los sospechosos, tiene una saludable repugnancia a llevar armas de
fuego. Buen conocedor de que uno se recupera de un sopapo, pero un tiro tiene
peor arreglo, confĆa en su imponente presencia, sus contactos, su mano
izquierda y su sentido prÔctico para mantener con los criminales una relación
de confianza basada en un toma y daca, de manera que, aunque en la ciudad haya
pequeƱos delitos como robos, hurtos o contrabando, no se producen jamƔs delitos
de sangre ni crĆmenes graves. Esta relación tan delicada se romperĆ” cuando
llegue a la ciudad un nuevo y joven comisario que no aprueba los particulares
mƩtodos de Rizzo, y a la vez, un chulo barato empiece a hacer misteriosamente
dinero a montones.
Nos
encontrƔbamos en los setenta, la crisis energƩtica pegaba fuerte, y las bandas
callejeras ponĆan a pie de calle lo que hasta entonces habĆa sido cosa de
barrios marginales y miserables. El cine de acción policĆaco se hacĆa famoso
con actores como Charles Bronson o Clint Eastwood, y en Europa, un paĆs como
Italia, famoso por apuntarse al carro cinematogrƔfico de lo que fuese que
tuviese Ć©xito para hacer caja, no quiso quedarse atrĆ”s. Si ya lo habĆan hecho
en el terror con cintas como La casa del essorcismo, que no fue mƔs que un
remontaje de El diablo se lleva los muertos para apuntarse a la moda de
posesiones demonĆacas inaugurada con El exorcista, nadie les impedĆa intentarlo
también con el cine de acción, pero en este caso, y por contar con la presencia
de Carlo Pedresoli, alias Bud Spencer, estamos ante un ejemplo amable, y
bastante mƔs digno.
Pese
a no contar con su inseparable compañero de pantalla, Terence Hill, la acción
no deja

de centrarse en las peleas a bofetones, y pese a ser esencialmente en
clave de humor, la acción no deja de tener su punto de seriedad y realidad
social. AsĆ, nos encontramos con una de las intervenciones mĆ”s serias del actor
y ex campeón de natación italiano. El Comisario tendrÔ que desentrañar una
complicada madeja de crĆmenes a la vez que trata de lidiar con un nuevo jefe
que no comprende sus mƩtodos y pretende doblegarle a base de prepotencia y
actuar segĆŗn los manuales que no encajan en la realidad con la que Rizzo estĆ”
acostumbrado a luchar. Paralelamente, tendrÔ que ver cómo su ciudad y su tan
cuidado equilibrio empiezan a desmoronarse por culpa de la introducción de un
nuevo comercio que causa tantas muertes como dinero, y que estĆ” a punto de llevarse
por delante al hijo de su patrona, mujer a la que, sin verlo explĆcitamente en
la pelĆcula, podemos intuir que le une algo mĆ”s estrecho que una mera relación
comercial.

El
Superpoli es una pelĆcula entretenida y de buena factura, agradable para verla
en una tarde tonta si nos apetece descubrir a un Bud Spencer en un papel un
poco diferente a los acostumbrados, pero sin perder la esencia de tranquilón
forzudo que siempre le acompañó. Una cinta amena, de apenas cien minutos de
duración, en la que el interés no decae y la buena voluntad es quizÔ superior a
la verdad histórica y social, pero la imponente presencia del protagonista,
hace que lo perdonemos. Cinefiliabilidad 3, lo que significa que es fƔcil de
ver, no es nada aburrida, y es tolerada a partir como de los nueve aƱos; su
Ćŗnico punto en contra es que estĆ” un poco anticuada.
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Te voy a enseƱar el plato tĆpico de cierta aldea gala... ¡la castaƱa! |
“Puffin es la mermelada que me gusta mĆ”s que nada.” Si no coges esta
frase, tienes que ver mƔs cine.
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