Sus padres eran inmigrantes italianos y vivía con su familia en París, tenía seis años y soñaba con ser mecánico de aviones. Pero, aunque nunca llegó a conseguirlo, su trabajo sí que le llevó a los cielos, igual que el mandó allí a muchos romanos. Se llamaba Alberto Alejandro Uderzo y sería mundialmente conocido como Al Uderzo.

                Ya desde niño mostró aptitudes artísticas y una gran inclinación por el dibujo, pero como ni el mismo pensaba dedicarse a dibujante, lo cierto es que jamás se formó oficialmente como tal, no tomó clases de ningún tipo. En su lugar, lo que tomó fue un lápiz y se puso a dibujar. Autodidacta y perfeccionista, la práctica y su autoexigencia fueron sus mejores maestros, aunque no los únicos; como en aquellos tiempos quienes partían la pana en cuestión de belleza de trazo eran los animadores Disney, Uderzo era un gran admirador de su estilo, y comenzó copiándolo hasta desarrollar un dibujo propio, aunque siempre conservó los gags de Funny animals en sus historietas que también usaba la Disney (os recuerdo que los Funny animals son los animales humanizados o dotados de inteligencia humana que «adornan» las escenas con gracias fuera de guion o acompañando al protagonista, como los ratoncitos de La Cenicienta).

                Durante la Segunda Guerra Mundial, el joven Uderzo permaneció lejos de París, en la Bretaña francesa donde ayudó a su familia a llevar una granja y, al término de la contienda, ya había decidido que quería dedicarse a la historieta de humor. A su regreso a París, comenzó a trabajar en publicaciones infantil-juveniles como Tintín o Bravo!, donde dibujaba a personajes propios, como Clopinard o el Capitán Marvel jr.

El cómic «Jean Pistolet» fue el resultado de una de las primeras colaboraciones entre Uderzo y Goscinny.
                Al fin, en 1951, conoció al que sería el más afamado guionista del cómic franco-belga de todos los tiempos: René Goscinny. «El amigo de la máquina de escribir» llegaba de Norteamérica de trabajar en la revista MAD y hacer los guiones que hicieron de Lucky Luke un personaje inmortal. Él y Uderzo congeniaron al instante e iniciaron su colaboración con los cómics de Jehan Pistolet (conocido en tiempos como Juan Pistola o Pistolete), corsario de Francia. Mezclando aventura y comicidad, continuaron con las aventuras de Tanguy el piloto (no en vano quería de niño Uderzo dedicarse a la aviación. Nota curiosa: El Pequeño Nicolás hace referencia en algunas ocasionales a «las fenomenales aventuras del aviador» que lee en Pilote), o Umpa-pá el piel roja. Pero sería en 1958 cuando comenzaron la serie que les llevaría mucho más lejos de lo que jamás se hubieran atrevido a soñar: Astérix el galo.


                Las aventuras de la aldea gala se hicieron tan famosas que, como otras leyendas del cómic como Tintín o los Pitufos, muy pronto traspasaron fronteras y se hicieron conocidos en todo el mundo. La amistad y mutua confianza que se profesaban los autores fue el germen que lo hizo posible, y la demanda de nuevas aventuras era tal, que tuvieron que abandonar otras series para dedicarse plenamente a las del pequeño galo, a ritmo de dos álbumes al año.

Uderzo con los personajes que le hicieron mundialmente famoso.
                Que la colaboración era la piedra angular de las historietas quedó dolorosamente patente a partir del año 1977, cuando Goscinny falleció durante una prueba de esfuerzo en un hospital y Uderzo quedó solo para continuar los cómics. A pesar de su experiencia previa como guionista, el nivel de Goscinny era inalcanzable y tanto la cantidad como la calidad de las historietas se resintió. No obstante, Uderzo nos ofreció trabajos dignos y divertidos en los álbumes siguientes como El hijo de Astérix o Astérix en Bagdad.

                Pese a sus innegables esfuerzos, conforme pasaban los años, aunque el dibujo de Uderzo ganaba en detallismo y belleza, los guiones se hicieron paulatinamente más pobres. Aunque el dibujante dijo en más de una ocasión que no deseaba que sus personajes le sobrevivieran, en el año 2013 Uderzo se retiró, pero cedió – no sin reticencias – sus personajes a un nuevo equipo creativo. Esta decisión motivó incluso una ruptura familiar, pues su única hija, dueña del 40% de los personajes, aseguró que se había vendido al mercantilismo. Uderzo y Anne Goscinny, hija del guionista y dueños ambos del 60% restante, consideraron que las aventuras debían continuar para proseguir lo que ya es un legado cultural más que una historieta de humor, igual que prosiguen personajes como Batman o Spiderman sin Bob Kane o Stan Lee, y nadie se considera traicionado por ello.

                Hubo medios que aseguraron que la hija de Uderzo se quejaba por la pérdida del verdadero espíritu de las aventuras, y hubo quien dijo que se quejaba solo por la pérdida de dinero que le supondría, pues las nuevas creaciones no supondrán beneficios para ella. Sea como fuera, finalmente la familia hizo las paces, que es de lo que se trataba.

                Uderzo siguió coloreando las aventuras de Astérix pese a no colaborar activamente en ellas hasta que se retiró de forma definitiva en 2018, y este año hemos tenido la desgracia de perderlo. Un infarto agudo de miocardio se lo llevó mientras dormía.

                Con frecuencia, cuando pensamos en los cómics en los que participó, nos vienen a la mente las frases, las citas memorables, los nombres divertidos o los retruécanos imposibles, todos ellos de Goscinny. Qué duda cabe que eran grandiosos, pero eso no reduce el trabajo de un dibujante que dio vida a aquellas frases, que puso rostro a los personajes y supo dar individualidad a todos y cada uno de ellos, e introducir un sello personal en cada viñeta que salía de su lápiz.