El pachinko es un juego muy parecido al pinball americano, en el que
el jugador compra unas pequeñas bolitas de metal que va introduciendo en una
máquina y que después tiene que conseguir meter en unas puertecillas para
conseguir una serie de premios. Parece ser (yo lo desconocía) que, tras la
Segunda Guerra Mundial, una de las pocas maneras que tenían los coreanos de
ganarse la vida para mantener a sus familias era trabajar en este tipo de
salones en Japón. A este tipo de coreanos se les conoce como zainichi y, aunque
no quiero adelantar acontecimientos, podríamos decir que el título de la novela
relata perfectamente el tema principal de la historia.
Hablemos ahora
del argumento. Pachinko, de Min Jin lee, nos cuenta una saga familia,
vertebrada alrededor del personaje de Sunja, la que podríamos denominar como
personaje principal.
La historia
comienza con una humilde pareja de pescadores que viven en Corea y que se ganan
algo de dinero extra alquilando habitaciones. Esta pareja tiene un hijo,
Hoonie, muy inteligente, pero tullido. Sin embargo, como la familia tiene algo
de dinero, la casamentera logra concertar un matrimonio con la hija de un
campesino empobrecido a causa de la invasión japonesa de Corea. Yangjiin y
Hoonie empezarán una familia, pero la chica sufrirá varios abortos hasta que,
finalmente, nazca Sunja, la única hija que sobrevivirá del matrimonio.
Cuando Hoonie
muera por tuberculosis, su esposa Yangjin y su hija Sunja se hacen cargo de la
casa de huéspedes. Todo parece irles más o menos bien hasta que Sunja se quede
embarazada de un hombre casado, Koh Hansu, el cual sí quiere mantener a Sunja
como su «esposa de Corea», a lo cual la chica se niega. Así, en un momento de
sinceridad, Sunja le explicará a su madre su problema, la cual, preocupada, se
lo contará a un huésped de la casa, un pastor protestante llamado Baek Isak.
Este hombre, enfermizo y con el pensamiento de tener una corta esperanza de
vida, se propone como marido de Sunja, para poder darle un apellido a su hijo y
salvaguardar el honor de la familia. Sunja y su madre aceptan y la primera se
muda con su nuevo marido a Osaka, donde el hermano de Isak, Yoseb, y su esposa
Kyunghee, les esperan. Y hasta aquí os vamos a contar.
«Pachinko»
seguirá narrándonos cómo es la vida de Sunja y su familia en el Japón imperial
antes de la segunda guerra mundial, durante y después de ésta, en un lapso de
tiempo que va desde el 1910, con la invasión japonesa de Corea, hasta el 1989,
en mitad del boom económico japonés. La novela nos habla de la importancia de
la familia, sí, pero también del racismo japonés hacia Corea, introduciéndonos
así el mundo de los zainichi; habla también del poder en la figura de Koh
Hansu, fuerza permanente en la vida de Sunja, que la cambia sin que ella pueda
hacer nada para evitarlo; habla también de la resiliencia de los personajes,
especialmente de las mujeres de la novela, que hacen frente a la adversidad y
sacan adelante a su familia. Es precisamente gracias a estos personajes
femeninos tan fuertes que la historia puede avanzar, ya que los personajes
masculinos aparecen un tanto desdibujados en comparación. Además, es
sorprendente cómo la novela consigue sumergirnos en el mundo de estos coreanos
que viven en Japón porque no les ha quedado más remedio y cómo hacen lo que
pueden por intentar sobrevivir en un país que no pone ninguna facilidad, sino
todo lo contrario.
Así pues,
«Pachinko» es una buena novela, bien escrita y bien editada al castellano por
la editorial Quaterni, con traducción desde el inglés de Eva González Rosales.
Si os gusta Corea o queréis saber más de este período o, simplemente, leer una
epopeya familiar centrada en estos países, no podéis dejar de echar un ojo a
esta preciosa obra.
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