—¿EstĆ”s segura de que estĆ” al derecho? — me pregunta ZombiD por entre los labios, casi sin abrir la boca. Y la verdad es que sĆ³lo sĆ© quĆ© contestarle por lo que me han dicho a mĆ­ a mi vez. 

     —Creo que sĆ­. Al menos, estĆ” como Ć©l dijo que iba — Nos miramos y nos encogemos de hombros. Por orden del ayuntamiento, tenemos una exposiciĆ³n de arte moderno en el Castillo. El dr. Lecter, que de arte sabe lo suyo, nos ha asesorado en la colocaciĆ³n. Delante de nosotros tenemos un montĆ³n de hierrajos retorcidos que forman un conjunto titulado "Angustia". Mi novio niega con la cabeza. 

    —LlĆ”mame ignorante, pero creo que prefiero estilos mĆ”s realistas —susurra, y yo asiento. Si el arte ha de decirle a uno algo, yo para esta obra estĆ” claro que soy mĆ”s sorda que una tapia. 

    El del arte puede ser un mundo muy complejo; hoy dĆ­a resulta difĆ­cil distinguir una bolsa de basura, un montĆ³n de calzoncillos sucios o un perro muerto, del arte (NOTA: todos los ejemplos fueron obras de arte absolutamente reales). Y si es difĆ­cil distinguirlo o interpretarlo, no digamos ya hacerse un hueco en el mundo. Eso es lo que le sucede a nuestro protagonista. Hoy, en Cine Freak Salvaje: Un cubo de sangre.


 


   La comedia negra o terrorĆ­fica es un gĆ©nero que suele tener mĆ”s de cĆ­nico que de irĆ³nico. Un gĆ©nero cuyas risas pueden resultar amargas y descubrimos que nos hace pensar durante mucho tiempo despuĆ©s de concluida la proyecciĆ³n. En la cinta que nos ocupa, la parodia viene a revisar las cintas de adolescentes de la dĆ©cada de los cincuenta, amĆ©n del propio mundo del arte.

     La cinta comienza en un bar bohemio, el cafĆ© The yellow door, donde muchos jĆ³venes artistas (o aspirantes a serlo) presentan sus obras. El joven camarero, Walter (Dick Miller, el eterno secundario en una de las escasas ocasiones que tuvo un papel protagĆ³nico), ansĆ­a dejar su trabajo y convertirse en artista como aquellos a los que sirve, pero ni siquiera sabe por dĆ³nde empezar o en quĆ© rama del arte cultivar el suyo. Mientras la mayor parte de clientes le tratan con desdĆ©n o se rĆ­en de Ć©l, Clara, la joven de la que estĆ” enamorado, le trata siempre con amabilidad, pero de una forma fraternal. En su anhelo por igual de ser artista que de llamar la atenciĆ³n de la chica, decide intentar una escultura del rostro de la misma pero, claro estĆ”, esto no es tan fĆ”cil como lo parece. Cuando Walter, accidentalmente, mate al gato de su casera, para ocultar la muerte del animal, se le ocurrirĆ” la idea de cubrirlo con arcilla y hacerlo pasar como una obra suya. La exactitud de la escultura impresionarĆ” por igual a Carla y al resto de artistas y mantendrĆ” a Walter en el paraĆ­so soƱado varios dĆ­as pero, ¿quĆ© pasarĆ” cuando sus admiradores le pidan mĆ”s obras?


     DecĆ­a el profesor Keating (El club de los poetas muertos) que el lenguaje artĆ­stico y la poesĆ­a habĆ­an
sido inventados para impresionar a las mujeres. En el caso que nos ocupa, vemos un ejemplo de manual. Walter siente verdadero temor a a ser mediocre, pasar toda su vida siendo un simple camarero que pasĆ³ por el mundo sin dejar nada en Ć©l, mientras dĆ­a a dĆ­a ve a artistas camino de la inmortalidad que obtienen admiraciĆ³n y respeto, pero en Ćŗltima instancia, lo que mueve su deseo de ser un artista y le llevarĆ” a convertirse en un asesino, es obtener una mirada de Carla. En las pelĆ­culas juveniles de los sesenta, eran habituales los fingimientos y las abiertas mentiras de los chicos para intentar atraer la atenciĆ³n  de sus compaƱeras; jĆ³venes que se fingĆ­an millonarios o atletas para impresionarlas y se veĆ­an atrapados en una red de mentiras cada vez mĆ”s complicada, siempre en clave de humor, hasta que al final eran descubiertos pero, para ese entonces, la chica en cuestiĆ³n ya se habĆ­a enamorado de Ć©l por sĆ­ mismo, y lo perdonaba todo. En Un cubo de sangre vemos un planteamiento similar, pero un tratamiento radicalmente distinto; ello da lugar a una comedia negra de efectos realmente potentes. 

    El mundo del arte es relativo (eso nos dicen), y aunque hasta cierto punto sea verdad, existe otra no menos cierta: "el arte abstracto es el producto de los sin talento que los sin escrĆŗpulos venden a los gilipollas". Englobado en la categorĆ­a de "arte" nos han vendido bombillas cascadas, ropa sucia o gritos. Y como en El traje nuevo del emperador, aĆŗn hay que alabarlo, vaya a ser que nos tomen por tontos. En la cinta, vemos no pocas obras que no parecen tener el menor sentido o que son de decidido mal gusto, y hechas por artistas o inspiradas por modelos muy maleducados y desagradables, pero a quienes todos les doran la pĆ­ldora porque son famosos. Cuando Walter prospere socialmente gracias a sus obras, verĆ” cĆ³mo algunas personas que antes le humillaban, ahora se esfuerzan en caerle bien. El arte no era el mundo altruista y desentendido de egoĆ­smos que muchos presumĆ­an, sino tan lleno de amiguismos y puƱaladas como cualquier otro. 

     Si existe un nombre de culto entre el terror casposo y de letras chorreantes, es el de Roger Corman, director de la presente y nombre de oro en las adaptaciones de Poe. No obstante, la cinta que nos ocupa, no era una idea enteramente original, sino que bebe de una producciĆ³n seis aƱos anterior a la presente, que data de 1959: Los crĆ­menes del museo de cera. En la cinta, protagonizada por el inmenso Vincent Price, un escultor de figuras de cera se sirve de cadĆ”veres para hacer sus estatuas, al estar imposibilitado para usar las manos, destrozadas en un incendio. Como vemos, la idea es muy similar, si bien la cinta de Corman se apoyĆ³ en la idea pero creĆ³ una historia por completo diferente en la que no sĆ³lo estaba el componente del terror, tambiĆ©n la crĆ­tica social y el humor negro. 


  Un cubo de sangre fue la consagraciĆ³n de Corman como director de cine y en especial de terror, despuĆ©s de haber rodado El ataque de los monstruos cangrejo. Junto al ya nombrado Vincent Price llevaron a cabo varias colaboraciones remarcadas, como El pozo y el pĆ©ndulo, Cuentos de terror o El cuervo. Como decĆ­a mĆ”s arriba, fue el nombre de oro de las adaptaciones de Poe, y sus cintas se han convertido ya en clĆ”sicos del terror rancio. 

Un cubo de sangre es una cinta Ć”cida y cĆ­nica, donde el terror es mĆ”s insinuante que explĆ­cito, pero no por ello pierde fuerza, al igual que su crĆ­tica no pierde causticidad por estar acompaƱada del humor. Es una pequeƱa joya olvidada que merece ser disfrutada para su recuerdo. No gustarĆ” a los adolescentes, es poco probable que guste a tus amigos, y quizĆ” la llamen rara tus padres, pero no te arrepentirĆ”s de haberla visto. Cinefiliabilidad 8, lo que significa que es en blanco y negro, tendrĆ”s que verla solo y no podrĆ”s hablar de ella con nadie, pero es buena para verla por amor al cine. 


       "Bueno, y ahora nos vamos a tomar un bocado... ¡EH, no me referĆ­a a estooo!"


"CariƱo, no vayas hacia la Luz, no te acerques a ella, ¡ni siquiera la mires!" Si no coges esta frase, tienes que ver mĆ”s cine.