Por Dita

Si en alguna ocasiĆ³n visitĆ”is JapĆ³n y os alojĆ”is en un hotel, si veis que Ć©ste no tiene planta cuarta, sino que el ascensor pasa directamente de la tercera a la quinta, no pensĆ©is que es un descuido ni que pulsando el stop antes de llegar al piso quinto llegarĆ©is a una extraƱa dimensiĆ³n paralela... Se trata simplemente de que el nĆŗmero cuatro, en japonĆ©s, suena similar a “muerte”, y por eso se lo suelen saltar, igual que el nueve, que suena similar a “dolor”. En la mayor parte de los hospitales, no hay planta novena ni cuarta. No pongĆ”is esa cara, que aquĆ­ hay muchos hoteles que “no tienen” planta decimotercera, y muchos aviones que tampoco tienen esa fila de asientos, pero vamos a continuar viendo supersticiones.

   En cuestiĆ³n de numerologĆ­a, el cuatro, el nueve y el catorce, son considerados gafes, y son dĆ­as del mes que se cree que traen mala suerte, al punto que se evita planear en ellos cosas importantes y no digamos ceremonias como bodas (algo similar a lo que ocurre aquĆ­ con “en martes, ni te cases ni te embarques”), en tanto que el dĆ­a 28, se considera de buena suerte. 

    En JapĆ³n hay un gran respeto y temor a la muerte y los ancestros, y las supersticiones relacionadas con ellas son numerosas tambiĆ©n. Por ejemplo, se considera que trae mala suerte hacer fotos en un cementerio o fotografiar lĆ”pidas, porque se dice que eso perturba el sueƱo de los muertos. Tampoco es de buen tono levantar la voz o tener cualquier otro tipo de comportamiento poco discreto. Vamos, que el programa “Noches en cementerios” que en su dĆ­a hizo Calle 13, que consistĆ­a en pasearse por los cementerios con la cĆ”mara en modo noche, les debiĆ³ parecer el no-va-mĆ”s de la irreverencia. 

   Cuando se pasa cerca de una capilla o un templete, se considera de muy mal gusto (y por ende, que trae mala suerte) pasar sin inclinar la cabeza, dedicar una pequeƱa oraciĆ³n a los dioses y, si el templete tiene una campana, tocarla. Igualmente, en los cementerios, se considera propicio caminar sin mirar las lĆ”pidas, para “no molestar”; si miras directamente a una, se cree que el difunto te estĆ” mirando, y no debes marcharte sin inclinar la cabeza como seƱal de respeto. En occidente no se estila del mismo modo, pero en el mundo cristiano, seguro que habĆ©is visto en alguna ocasiĆ³n a vuestros abuelos o padres santiguarse inconscientemente al pasar junto a una iglesia o ermita, o, cuando se usaba sombrero, descubrirse si veĆ­as un entierro; la razĆ³n es la misma: no es de buen gusto pasar junto al SeƱor y no dedicarle un saludo; se considera que hay que rendir respeto a los muertos... 

    En las comidas, una supersticiĆ³n muy curiosa, y en la que caemos muchos occidentales, es la de clavar los palillos en el arroz. JamĆ”s debe hacerse, salvo que querĆ”is quedar como unos burros maleducados o unos asesinos en potencia, dado que hacerlo significa que le deseas la muerte a la persona que te lo ha servido o a quien se lo ofreces. Esto viene porque, en las ofrendas funerarias, asĆ­ es como se colocan los palillos. SĆ³lo en una ofrenda funeraria es lĆ­cito colocar asĆ­ los palillos; en el resto de situaciones, no se os ocurra. En EspaƱa, en el Ć”mbito de la comida, sin duda en alguna ocasiĆ³n habrĆ©is colocado el pan boca abajo al poner la mesa y vuestra madre u otro familiar se ha apresurado a colocarlo boca arriba. Se dice que si lo ponemos boca abajo, le dolerĆ” la tripa al NiƱo JesĆŗs.

   En un paĆ­s como JapĆ³n, que es una isla y hay mĆ”s playa que en EspaƱa, que ya es decir, no podĆ­an faltar las supersticiones relacionadas con criaturas marinas. Si alguna vez veis a un japonĆ©s tirar rodajitas de pepino al mar, no estĆ” dando de comer a los peces, sino aplacando a un demonio marino conocido como Kappa. Los kappa son criaturas muy golosas y que comen carne humana. Son de color verde amarillento, como las algas, y aunque son de pequeƱo tamaƱo, son muy feroces y peligrosos. Respiran dentro y fuera del agua gracias a una depresiĆ³n que tienen en la coronilla, que hace que su cabeza parezca un bol, y que mantienen siempre llena de agua, de modo que si os encontrĆ”is a uno, hacedle una reverencia; el kappa automĆ”ticamente la devolverĆ”, con lo que se le volcarĆ” el agua de la cabeza y tendrĆ” que sumergirse de nuevo para llenarla, lo que os darĆ” tiempo para escapar (nota: esto, no lo he inventado, es rigurosamente cierto. Dentro de la leyenda, pero cierto). Si se quiere una protecciĆ³n duradera, lo mejor es cortar un pepino en rodajas y tallar nuestro nombre o el de nuestros amigos y familiares en ellas. Al kappa le gustan mucho los pepinos, y cuando se coma la rodaja, recordarĆ” el nombre de la persona que se lo dio y no le harĆ” ningĆŗn daƱo.

  A diferencia de lo que sucede en occidente con los gatos negros, en JapĆ³n estos  simpĆ”ticos animales carecen de connotaciones negativas, pero otros pequeƱos mamĆ­feros, los zorros, sĆ­ las tienen. En sentido positivo. Igual que aquĆ­, los zorros son considerados criaturas muy astutas, pero mientras que en Europa se limitan a protagonizar cuentos o fĆ”bulas, allĆ­ son considerados pequeƱos demonios de las travesuras y la buena suerte, y se dice que ver uno en libertad es una seƱal muy buena. 

   Por mĆ”s que sea cierto que la mayor parte de las supersticiones tienen una base real que se acabĆ³ pervirtiendo, no por ello resulta menos curioso indagar en ellas. Por ejemplo, ¿sabĆ©is por quĆ© se dice que romper un espejo trae mala suerte? En la Italia renacentista, los venecianos y florentinos eran grandes artistas del cristal, y se producĆ­an espejos tallados hechos en plata o cristal. Cuando una guerra estallaba, cosa que sucedĆ­a con tanta frecuencia como uno no lo desease, las importaciones se detenĆ­an o ralentizaban, con lo que las materias primas empezaban a escasear y se encarecĆ­an. En ciertas Ć©pocas, el cristal se hizo tan caro que si rompĆ­as accidentalmente un espejo, debĆ­as recoger pulcramente todos los pedazos, llevarlos a fundir de nuevo y pagar una multa por destrozĆ³n, ¡aunque el espejo fuese tuyo! Algo similar sucede con la sal, que fue incluso utilizada como moneda por muchos pueblos antiguos antes de que se acuƱasen las de metal que todos conocemos hoy (aunque con Ć©sta crisis, cada vez las conocemos menos, que cualquier dĆ­a yo voy a ver un billete de veinte, y pensarĆ© que es una postal...).