Yo debĆa tener unos
siete aƱos cuando, por primera vez, nos dejaron coger libros de la biblioteca
del colegio. Por aquƩl entonces yo era una fanƔtica de los tebeos y aquello de
los libros me asustaba un poco, ¿serĆan todos como aquĆ©llos que veĆa en mi
casa, amarillentos, sin dibujos y llenos de palabrejas incomprensibles y
tĆtulos rarĆsimos como El manifiesto
comunista, Trópico de cÔncer o Si te dicen que ca� Afortunadamente,
no, y allà me encontré libros mucho mÔs atrayentes. Entre ellos, el primero que
leĆ: Un gato no es un cojĆn. Cuando
me plantƩ frente a mi libro asiƔtico de este mes, debo reconocer que Christine
Nostingler, autora del citado libro, sin querer o queriendo, pero se inspiró en
el libro que hoy tratamos para representar el mundo desde los ojos de un
felino. La novela es de Natsume Soseki y se titula Soy un gato.
La citada obra es una
novela satĆrica en la que, a travĆ©s de los ojos de un pequeƱo minino, vemos la
sociedad nipona de principios del siglo XX. El gatito sin nombre (no le dan tal
en toda la novela), es «adoptado» por una familia de posición relativamente
cómoda, y en su dĆa a dĆa le vemos relacionarse con otros gatos del vecindario
y con los miembros de la familia, sirviendo estas relaciones como espejo
deformante a través del cual vemos la sinrazón de múltiples comportamientos
humanos, conveniencias sociales, etc.
Desde un punto de vista
satĆrico y muy irónico, con un tono que recuerda a ciertos pasajes de Los viajes de Gulliver, Soy un gato nos muestra cómo las criadas
de la casa, hastiadas de ser tratadas con prepotencia, pagan sus frustraciones
con él, único ser de la casa que es inferior a ellas. Cómo el maestro, amo de
la casa en apariencia, se pasa las horas encerrado en su despacho fingiendo que
trabaja, pero en realidad bebiendo, fumando y durmiendo, sin tener que soportar
a su esposa e hijas ni un minuto mÔs de lo imprescindible. Cómo la señora,
aparente esposa dócil y sumisa, es en realidad quien manda en casa y en todo se
ha de hacer su voluntad. Cómo las amistades, las convenciones sociales e
incluso los alimentos que se toman en las comidas diarias, estƔn regidos por un
rĆgido código que exige que todo sea hecho de una manera determinada, nos guste
o no, y todo lo que se salga de ese código, es malo e indeseable.
A travĆ©s de los capĆtulos,
nuestro gato no deja tĆtere con cabeza, y ni siquiera Ć©l mismo escaparĆ” a la
Ɣspera sƔtira, puesto que sus relaciones con los gatos vecinos tambiƩn se ven
contaminadas de códigos similares y sujetas a parecidas leyes. Vemos a la gata
vecina, un hermoso ejemplar de raza que vive en la casa de una seƱora muy
adinerada, sufrir por la pƩrdida de sus gatitos que su dueƱa le ha quitado,
pero mientras se lamenta de haberlos perdido, reconoce que su seƱora ha hecho
bien, porque, claro, cómo va a quedarse con una camada de gatitos siendo una
gata soltera. La decencia y las apariencias sociales cobran para ella una mayor
importancia que el amor materno.
Soy un gato es una novela que recoge la transición de la sociedad
japonesa, desde las mĆ”s completas raĆces niponas, hasta una lenta y tĆmida
occidentalización, que tuvo lugar a principios del siglo pasado, y que nos
muestra a personajes que en todo momento desean parecer mƔs de lo que son.
Igual que sucedĆa aquĆ durante la posguerra, Ć©poca en la que todo el mundo
deseaba hacer ver que gastaba mucho dinero y recurrĆa para ello a trucos tan
absurdos como coger un taxi a dos calles de su casa para que los vecinos le
vieran llegar en Ć©l, o llevar siempre una bolsa de la extinta GalerĆas
Preciados o El Corte InglƩs para meter en ella la compra y que los demƔs
pensasen que venĆa de comprar en esas tiendas. Asimismo, en la novela vemos a
los dueƱos de la casa del gato incurrir en vanidades similares, como fingir que
son grandes entendidos en ópera o pretender que tienen aptitudes artĆsticas,
cuando en realidad detestan ese espectƔculo o no tienen la menor idea de
dibujar, pero creen que les da tono practicarlo.
En un principio, Soy un gato
nació como un breve relato satĆrico para la revista Hototogisu, en la que trabajaba el autor, pero la modesta narración
tuvo tanto Ć©xito y gustó tanto a pĆŗblico y crĆtica, que el director de la misma
sugirió a Soseki continuarlo. Durante un aƱo se sacaron capĆtulos y finalmente,
se recopilaron en forma de la novela que conocemos hoy y que, desde 1906, no ha
dejado de reeditarse e incluso fue adaptada al cine en forma de obra animada,
en el aƱo 1982.
Soy un gato es una obra ligera
y fÔcil de leer, pero muy interesante para analizarla y disfrutar de una visión
de la sociedad japonesa que escapa a toda clasificación, llena de tanta
sinceridad que a veces es hasta cĆnica y una pizca cruel. Es ideal para
introducirnos tanto en la narrativa asiƔtica, como en las convenciones niponas,
y aunque algunos pasajes puedan resultarnos ajenos al tratarse de una cultura
tan lejana a la nuestra en espacio y tiempo, nunca quedaremos mƔs perplejos que
nuestro querido gato.
0 Comentarios
Se respetuoso o se borrarĆ” tu comentario. Gracias.