Mi mazmorra está silenciosa mientras yo corrijo y escribo. Tengo abiertos cuatro archivos de texto distintos; cuando me canso de uno, cambio a otro y sigo escribiendo. No sé cuántas horas llevo dándole a las teclas, pero sé que cuando empecé, la luz del sol aún se escurría por mi escritorio, y más tarde puso roja toda mi mazmorra, y finalmente se extinguió, y es el candelabro el único que ahora da un poco de luz. 

    Muy lentamente, para no hacer ruido, ZombiD entra en la mazmorra, y un delicioso perfume inunda la habitación. Me sonríe y deja a mi lado una bandeja en la que hay una tetera y un pedazo de bizcocho.

     —Llevas siglos trabajando — susurra, amable —. He pensado que te apetecería un poco de té. Tómate un descanso, anda. 

     Con sus manos verdosas, toma la tetera y vierte el líquido humeante en la taza de cerámica que representa una calavera con una rama de rosal entre los dientes. Sé que ha calentado demasiado el agua, sé que ha cargado demasiado la infusión y sé que le ha metido un chorretón de miel exagerado. Pero su gesto me llega al corazón, y le tomo de las manos. Le hago soltar la tetera, me levanto y le beso en un apretón apasionado que le toma de sorpresa, pero devuelve al momento. 

     —Mi vida... Solo yo preparo el té a mi gusto. Ni en las teterías, ni mi madre, ni nadie prepara el té como yo lo hago, porque sólo yo sé exactamente cómo me gusta, la cantidad justa de hierbas, la temperatura del agua, el toque preciso de canela y miel… por eso no consiento que nadie me lo prepare, porque solo me harían malgastarlo y me estropearían mi “momento té”. Pero a ti te dejo hacerlo. Aunque nunca lo prepares bien. Y dejaría que me lo ofrecieras todas las tardes de tu vida, y me lo bebería con agrado, aunque supiera que no estaría tan bueno como haciéndomelo yo. Porque, aunque no sea bueno, siempre será mejor el té mediocre que tú me des, antes que el té perfecto que tenga que hacerme sola. Porque no puedo vivir sin té.

     —Nena... — Lo admito, no soy una persona romántica. Puedo ser cariñosa, pero eso de decir pasteladas, no va conmigo. Supongo que por eso el cine romántico y yo, no nos llevamos bien; siempre me parece impostado, falso y cursilón. Pero hasta a mí hay diálogos y monólogos románticos que me han llegado al corazón. Mientras D y yo disfrutamos del momento -y no me pidáis detalles, que os los doy-, vamos a echar un vistazo a esos momentos románticos memorables. 







   Decía Maureen O´Hara que prefería mil veces el estilo directo y sincero de John Wayne, que el empalago de los galanes del cine, y que le dieran hombres como Wayne. Tenía razón para ello, si tenemos en cuenta que juntos protagonizaron una de las cintas románticas más emblemáticas de la década de los cincuenta, El hombre tranquilo. En ella, Wayne, encarnando a Sean Zorton, ex-boxeador, vuelve a su Irlanda natal después de colgar los guantes tras un k.o. mortal. Allí conoce a Mary Kate Dannaher (O´Hara). Después de enemistarse con su hermano y un sinfín de peripecias, se casa con ella, pero su hermano se niega a darle la dote que le pertenece y ella, terca como él mismo, se niega a entregarse a su marido hasta que tenga su dote. 

    En la noche de bodas, ella rechaza a Zorton alegando que no tiene derecho a tocarla hasta que consiga su dote. Su marido decide tomárselo con filosofía pero, cuando oye que ella echa el cerrojo a la habitación para dejarle fuera, toda la rabia provocada por tener que soportar unas convenciones sociales y culturales que no entiende y le parecen absurdas, aflora; tumba la puerta de una patada y antes de besar a su esposa, le dice nuestra frase memorable:

     "Entre nosotros no habrá puertas, ni cerrojos, Mary Kate, ¡excepto los que tú pongas en tu mezquino corazón!" 

    El cine de John Ford ha sido clasificado de rancio y machista por escenas como esta. Yo prefiero decir que es un cine que bebe directamente de las pasiones humanas y que el dueto Wayne-O´Hara las encarnó como nadie. 


     Dicen que las historias con esquemas simples, son las mejores. Nuestra siguiente frase memorable,
es un ejemplo de libro de texto, Marty. Marty (Ernst Borgnine) es un carnicero solterón que vive con su madre y pasa ya de los treinta. Tímido, con kilos de más, pasada ya la juventud y lleno de complejos, Marty detesta que le hablen acerca de su soltería y piensa que su sino es permanecer solo y sin conocer el amor durante toda su vida. En una fiesta, un hombre le pide que dé por él una excusa para librarse de una chica, "un espantapájaros", la llama él. Cuando Marty se ve en el papelón, se da cuenta de que la chica tiene los mismos problemas que él, y congenian al momento. 

    De repente, todos los amigos y hasta la madre de Marty, que deseaban y le hostigaban para que se echase novia, tienen muchas cosas que objetar hacia la chica en cuestión. Nuestro protagonista, convencido de que si todos lo dicen, puede que tengan razón, parece decidido ya a no continuar viéndose con ella, hasta que su carácter, bondadoso y explosivo, haga su aparición y se enfrente al que había considerado su mejor amigo:

     "¡A ti no te gusta! ¡A mi madre, tampoco! ¡Ella es un hueso y yo soy gordo y feo! ¡Lo único que sé es que anoche lo pasamos muy bien, y si lo pasamos bien muchas veces, voy a... ponerme de rodillas, y a suplicarle que se case conmigo! ¿A ti no te gusta, eh? ¡Pues lo siento mucho!"

   Marty ganó un bien merecido Oscar, y su monólogo ha sido utilizado un sinnúmero de veces en series televisivas, incluso en el espacio de animación ¡Oye, Arnold! 


 
   En la década de los ochenta, las historias de espada y brujería tuvieron un intenso romance con el cine, y es imposible hablar de amor y no hablar de la historia de amor verdadero por excelencia, La princesa prometida. En nuestra historia, la joven Buttercup se enamora de Wesley, el muchacho que trabaja en su granja. Cuando él se va a buscar fortuna y muere apresado por piratas, Buttercup jura que nunca amará a otro. Años más tarde, el príncipe Humperdink se promete con ella, pero la joven no siente ningún amor hacia él. Cuando Buttercup insulta a su prometido y le hace ver lo cobarde e indigno que es, éste la amenaza, pero ella se cubre con una capa de dignidad y pronuncia el monólogo memorable:

     "No puedes herirme. Él y yo estamos unidos por los lazos del amor, y tú no puedes encontrarlos. Ni con un millar de sabuesos. Y no puedes romperlos, ni con un millas de espadas. Y cuando digo que eres un cobarde, es porque eres el ser más repugnante que haya pisado jamás la tierra". 

    La princesa prometida se convirtió en un clásico instantáneo y, a pesar de que a veces rebosa pasteleo, la cantidad de humor y aventura que a la vez derrocha, la hacen imprescindible. El que haya besos, como dice El Abuelo, "no te importará demasiado". 


    Hasta ahora, ha sido el costumbrismo y la fantasía donde hemos encontrado las frases memorables
de amor, pero el cine de acción, cuando quiere, también da frases memorables y nos muestra a personajes románticos, dispuestos a todo por salvar su matrimonio y la mujer a la que aman. Es el caso de John McLane en Jungla de cristal. En la cinta, vemos a un hombre con ánimo de reconciliación, con osito de peluche incluido. Sabe que la ha cagado bien, y viene dispuesto a doblar las manos. Enseguida nos cuentan que su mujer se mudó por un trabajo y su matrimonio está en un impasse... no están divorciados, pero sí separados. En su día, McLane no pensó que el trabajo de su mujer fuese algo para tomar en serio, no la secundó en ello, y ahora está pagando las consecuencias que pueden ser permanentes. 

    El policía carga no sólo el peso de la responsabilidad de ser el único que puede enfrentarse a los terroristas que toman el Nakatomi, el edificio donde trabaja su esposa, sino también el peso de su educación machista, según la cual, el hombre era el proveedor y la esposa, si trabajaba, era un mero apoyo, no un pilar principal. Hollie en cambio, no sólo es un pilar principal, sino que gana más dinero que su marido y tiene también más poder, es una estrella en ascenso en la empresa, y McLane se da cuenta de ello. El ser consciente del error que cometió al infravalorarla, hace que, cuando se sienta cansado y con miedo a no sobrevivir, se sincere con su amigo Powell, le pida que hable con su mujer si él no puede hacerlo, y pronuncie una de las frases más románticas que se hayan visto en una cinta de acción o fuera de ella:

     "Dile que... que cuando le llegó el momento de triunfar, debí haberla apoyado. Debí ponerme a su lado, y no en contra. Me ha oído decirle "te quiero" miles de veces. Pero nunca me ha oído decirle "perdona"."

   Jungla de cristal siempre estará en nuestros corazones no sólo por ser una gran cinta de acción llena de sobradas y frases míticas. También por tener a uno de los héroes cansados más humanos del cine. 


Y por fin, llegamos a una de las frases memorables más divertidas y eróticas del cine, pronunciada, cosa curiosa, por otro actor que no era precisamente un galán, pero que cuando se puso a serlo, dejó con la mandíbula por los suelos a más de cuatro. Hablo de Clint Eastwood, pero no de Los puentes de Madison. Por más que el romance otoñal entre él y Meryl Streep sea memorable, aquí vamos a ocuparnos de un argumento algo más pícaro, Dos mulas y una mujer. 

    En la cinta, ambientada en el viejo Oeste norteamericano, un jinete solitario (Eastwood, claro está), ve cómo una mujer (Shirley McLaine) está a punto de ser violada por tres borrachos. Después de despacharlos y que la joven pueda adecentarse, el vaquero se lleva una buena sorpresa cuando descubre que se trata de una religiosa. La monja le recluta para su causa, que consiste en apoyar a los rebeldes mexicanos frente a la ocupación francesa. Conforme avanza la cinta, crece también la tensión sexual entre los protagonistas, en especial por el lado de Eastwood, hasta que éste pronuncia su frase memorable, no por breve menos cargada de significado:

     "¿Y quién diablos quiere verte vestida?"

No puedo dar más detalles; hay que verla. Si bien la cinta se salía de lo corriente de lo estilado por el cineasta, la risa y la picardía cuadraron muy bien para el argumento y para El Rubio, nombre extraoficial del vaquero encarnado por Eastwood.


   Y hasta aquí, llega nuestra recopilación de frases románticas memorables. Para el próximo 14 de Febrero, más, que una vez al año, no hace daño, Mientras tanto, si esperáis que llegue vuestro valentín, podéis distraeros como el Capitán Picard: leyendo mis libros. 

"...se agachó ligeramente y le acarició los muslos en sentido ascen..." Hum, quizá debería seguir leyendo en la habitación.



     "Ahora yo soy tu novio" Si no coges esta frase, tienes que ver más cine.