Dicen «Que Dios te guarde… y ojalĆ” olvide dónde te guardó». Si no entiendes esta frase o te parece poco acertada, puedes creerme: no sabes lo que es que el mundo se acuerde de ti y te elija como protagonista de nada. Porque generalmente, no lo hace para cosas del estilo «te toca la loterĆ­a, te encuentras al amor de tu vida, tienes un golpe de suerte fantĆ”stico que te cambia la vida para bien…», sino que lo suele hacer para cosas mucho menos agradables. Es lo que le sucede a la joven Mikage.

     Mikage es una estudiante de universidad de personalidad introspectiva, que sobre todo se siente a gusto en las cocinas. Preferiblemente que estĆ©n muy usadas y limpias, pero incluso si estĆ”n sucias, la cocina es siempre su parte favorita de las casas y donde mĆ”s a gusto se siente. AllĆ­ se refugia al inicio de la novela que nos ocupa, cuando pierde a su abuela, Ćŗnico familiar que le quedaba con vida. Mikage perdió a sus padres siendo muy pequeƱa, despuĆ©s a su abuelo, y finalmente se ha quedado sola en el mundo. En un principio, la joven se abandona a la tristeza y se deja arrastrar por la misma, al punto que hubiera podido acabar mal de no ser por “un milagro”. Y es que un dĆ­a aparece en su puerta Yuichi, un conocido de la universidad que tambiĆ©n tenĆ­a amistad con su abuela y, al enterarse del fallecimiento de Ć©sta, decide ir a buscar a Mikage y la invita a quedarse en su casa con Ć©l y su madre.

     A travĆ©s de la convivencia, Mikage nos cuenta sus pensamientos, su proceso de cambio y su dolor no sólo ante la muerte, sino ante la consciencia de sĆ­ misma y de todos cuantos le rodean como seres mortales. Y no sólo condenados a morir, sino de porvenir absolutamente incierto y carente de ninguna seguridad. Llevada por su amor a la cocina, Mikage se refugiarĆ” en Ć©sta habitación por dentro y por fuera, pues decidirĆ” aprender a cocinar y volcarse en esa actividad en cuerpo y alma para superar el golpe recibido y aprender a seguir adelante.

     La novela que nos ocupa es de lectura cómoda, pero lenta, como lento es un proceso de duelo. Es una historia en la que los hechos que suceden, en realidad son muy pocos y casi todos trĆ”gicos, y donde importa mĆ”s la manera de narrar y los pensamientos de Mikage, que lo que pasa a su alrededor. Es su manera de enfrentarse a ellos y los pensamientos que le evocan lo principal de la historia, narrada casi a travĆ©s de prosa poĆ©tica, pero de manera cercana y familiar. La pluma de la autora, Banana Yoshimoto es delicada y cĆ”lida, hermosa sin caer en lo artificioso, humana y tierna sin caer en la sensiblerĆ­a. Directa y desnuda.

    Kitchen es una novela que deberĆ­a leerse dos veces. La primera, antes de perder a nadie, y la segunda, cuando hayas sufrido una pĆ©rdida cercana, porque en cada lectura encontrarĆ”s nuevos mensajes. La primera vez, anhelarĆ”s el crecimiento de los personajes, querrĆ”s verles recuperarse. La segunda, entenderĆ”s la velocidad de la narrativa y todos los pensamientos de quienes pululan por ella.



    Su autora, Banana Yoshimoto, por mejor nombre Mahoko Yoshimoto, nació en 1964 y escribió Kitchen en 1988. Fue su primera novela, que escribió mientras aĆŗn estudiaba en la universidad y consiguió un Ć©xito arrollador que la consagró como escritora, a tal punto que no sólo ha publicado en muchos otros idiomas, tambiĆ©n su Kitchen lleva mĆ”s de sesenta reediciones sólo en Japón y se han realizado dos versiones cinematogrĆ”ficas de la obra, aparte de ganar varios premios. AdemĆ”s de la presente, otras novelas suyas son La Ćŗltima amante de Hachiko, SueƱo profundo o, una de las mĆ”s recientes, Recuerdos de un callejón sin salida. Los crĆ­ticos dicen de sus obras que son comerciales y superficiales, pero el pĆŗblico la admira por su sencillez, por su destreza a la hora de tratar temas controvertidos desde un punto de vista amable y consideran que retrata con gran fidelidad los problemas, la insatisfacción y la depresión de la juventud japonesa. Por mi parte, Kitchen tocó mi corazón de una manera a la vez dulce y brutal. La historia hundió los dedos en mi corazón hasta estrujarlo y, cuando lo exprimió, lo abrazó y le dio calor entre las manos.