Una vez me dijeron: “lo importante no es tanto saber, como saber el telĆ©fono del que sabe”. Por mĆ”s que se trate de una frase cĆ­nica y caradura, no estĆ” exenta de razĆ³n. Cuando desees conocer sobre un tema concreto, averigua primero quiĆ©n sabe mĆ”s acerca del mismo y dirĆ­gete a Ć©l. En este caso, si uno desea saber de cine de gĆ”nsters japonĆ©s lo mejor es acudir a Daniel y Carlos Aguilar y a su documentadĆ­simo Yakuza Cinema, de ediciones Calamar. 

A travĆ©s de las pĆ”ginas del mismo encontraremos todo lo relativo a este tipo de cine, violento, erĆ³tico y precisamente por ello tan atrayente. La primera es enterarnos que el tĆ©rmino yakuza, como tantos otros adaptados y mal usados por abuso e ignorancia no significa exactamente “mafioso” como solemos pensar, sino mĆ”s bien “proscrito” y ni esa palabra se le acerca. Un yakuza es, en sentido etimolĆ³gico, un “cero”. Alguien que carece de familia, empleo, relaciones, futuro, y por lo tanto, no aporta nada a la sociedad y Ć©sta le da de lado. Despreciado por la misma, el yakuza sobrevive solo, pero no por ello se le considera un delincuente, sino mĆ”s bien un mercenario, un samurĆ”i sin honor que se vende al mejor postor y puede tener moralidad, o no. 

En las cintas de los primeros aƱos del cine como “arte nuevo” (es decir, en los primeros aƱos del siglo XX) pudimos ver esa concepciĆ³n en diversas pelĆ­culas niponas, si bien a partir de la Segunda Guerra Mundial ese tipo de cintas “feudales” fueron prohibidas al quedar el paĆ­s bajo el dominio estadounidense, y no fue hasta finales de la dĆ©cada de los cincuenta que se recuperĆ³ el personaje anti heroico del yakuza, aunque para entonces Ć©sta habrĆ­a sufrido una gran transformaciĆ³n, ya que deja de ser un personaje medieval para convertirse en uno mĆ”s actual. 

Los autores, a travĆ©s de las diferentes Ć©pocas y los distintos directores y tratamientos para el personaje, nos muestran todas las variantes de un gĆ©nero no por conocido menos atractivo y a su vez nos cuentan la historia de este tipo de hombres y organizaciones que, pese a vivir al margen de la ley, pese a su escasa valoraciĆ³n por la sociedad en general y ellos mismos en particular, no deja de tener cierto romanticismo, cierto morbo que nace de su prohibiciĆ³n. Hemos de tener presente que las organizaciones yakuza no estuvieron calificadas como criminales, ni como mafiosas hasta finales del siglo XX; hasta ese momento eran consideradas “empresas de ayuda mutua”, asĆ­ se conocĆ­an y hasta se anunciaban en las calles con toda naturalidad. 

MenciĆ³n aparte merece el capĆ­tulo “La mujer yakuza”, donde encontramos el rol femenino en este tipo de cine. Debido al inherente machismo que impera en la sociedad nipona, no fue hasta bien entrada la dĆ©cada de los 60 que las mujeres tuvieron papeles protagĆ³nicos en este tipo de producciones. Hemos de recordar que en el cĆ³digo civil de 1898, que funcionĆ³ hasta bien entrado el siglo XX, en la sociedad japonesa se ponĆ­a a la mujer al mismo nivel que a los deficientes mentales. En las producciones anteriores a la dĆ©cada de los 60, la mujer tenĆ­a un papel invariablemente de prostituta, de amante del gĆ”nster o de stripper. A partir de la citada dĆ©cada los papeles siguen siendo similares, pero ya las mujeres eran conscientes de su propia fortaleza y empezaron a adoptar los cĆ”nones de la femme fatale europea. 

A diferencia de lo que sucedĆ­a en el cine occidental en el que las mujeres podĆ­an ser ilustradas, podĆ­an tener personalidad, podĆ­an ser cultas, etc., en el cine nipĆ³n de la Ć©poca el papel de la mujer se ve relegado poco menos que al de un animal bonito. La mujer japonesa carece de formaciĆ³n y vive sus pasiones de un modo salvaje; son utilizadas, son seducidas o asesinadas, y en ocasiones son vengadoras. Pero aun en estas ocasiones su venganza es por completo pasional, no hay un cerebro que parezca dirigir sus actos. No fue hasta 1958 que pudimos ver a una mujer en un papel que exigĆ­a inteligencia y planificaciĆ³n a largo plazo y no sĆ³lo ira o pasiĆ³n. Fue en La abeja reina, de Satoshi Taguchi, pelĆ­cula en la cual la hija de un oyabun (jefe de la organizaciĆ³n) tiene que tomar las riendas de las empresas a la muerte de su padre. La cinta, pese a su baja calidad, obtuvo un gran Ć©xito de pĆŗblico, lo que propiciĆ³ cuatro secuelas mĆ”s que superaron ampliamente a su predecesora. 

Dejando aparte la indudable erudiciĆ³n de sus autores, la Ćŗnica “pega” que podrĆ­amos ponerle a nuestro libro es la avalancha de datos con los que a veces nos abruman. Una dedicaciĆ³n mayor a cada director y una menor cantidad de nombres por pĆ”rrafo serĆ­an muy aclaratorias para aquĆ©llos a quienes el cine japonĆ©s no les resulte en exceso familiar.

En lo que se refiere al libro en sĆ­, estĆ” presentado en una cuidada ediciĆ³n en cartonĆ© con gran multitud de fotografĆ­as, y pequeƱos anexos de fotos en papel satinado con las carĆ”tulas de las pelĆ­culas mĆ”s representativas de cada perĆ­odo tratado. Esto convierte al volumen en no sĆ³lo un esplĆ©ndido manual del cine negro japonĆ©s desde sus comienzos mudos hasta las coproducciones actuales como Kill Bill, sino tambiĆ©n en un precioso ejemplar editorial para contemplar y presumir. Los enamorados del arte de cartelera (como yo) lo apreciarĆ”n sin duda.

Ficha tƩcnica


TĆ­tulo: Yakuza Cinema

Autores Carlos y Daniel Aguilar

Primera ediciĆ³n: 2005

Editado por: Ediciones Calamar.

ISBN: 9788496235090