Pelo negro, lacio, largo y caído sobre el rostro de una mujer que se acerca rápidamente hacia la cámara para acabar en un primer plano de ojo. Esa es la estampa típica iconográfica que se tiene sobre el género de terror japonés actual y por extensión, del oriental.  Cine conocido entre los aficionados como j-horror. Género que ya estaba presente en la cinematografía japonesa pero que se desconoce prácticamente en su totalidad.

Manida imagen que la publicidad y carteles de cine han explotado casi hasta la saciedad en una búsqueda comercial sobre todo en formato DVD. Si comparamos las portadas de producciones como The Ring, Reincarnation, Infection o The Grudge 2 nos daríamos cuenta que es complicado distinguirlas por sus carátulas, parecen versiones de la misma historia. Este fenómeno “similitud estilística” no ocurre solo en este caso, solo hay que echar otro vistazo a los “gusilús” de la saga Crepúsculo y productos similares.

Desde hace unas décadas ha tenido un repunte este género en Japón y ha sabido también exportarlo a occidente. Esto ha ocurrido porque la industria cinematográfica actual ha sabido adaptar otros lenguajes para modernizarse. Manga, literatura de género y anime han sido incorporados para quedarse en estas historias de fantasmas, posesiones y casas encantadas. Las cadenas de televisión fueron las primeras en acoger estas historias modernizadas. Y ya acogidas en el universo de la gente, a las pantallas cinematográficas.  Semilla terrorífica televisiva en esa revisión del género que se representa en la serie El Fantasma del Retrete y Haunted High School. Algunas de estas producciones han llegado al mercado español en DVD

No solo dentro de este género, hacer cine en Japón se considera que debe de hacerse en equipo no de forma individual como lo consideramos en occidente y especialmente en Hollywood. Aquí cada uno no se dedica a una sola función, hacen su trabajo y ayudan a otros. El equipo así es menor durante el rodaje. Así es más íntimo el mismo rodaje y un entorno de trabajo más agradecido. Siempre sorprende a actores y actrices occidentales cuando se grita “Silencio” en una de estas producciones y todo el mundo observa la escena. En occidente, sin embargo, habría gente hablando en el plató y cada uno haciendo algo. Entre “Silencio” y “Acción” en occidente se tarda más de cinco minutos –mientras la gente se calla en el plató- y aquí es automático. Así, por ejemplo, a la prueba de vestuario están todos los técnicos. Así el técnico de iluminación o maquillaje sabe directamente que es lo necesitará y los intérpretes no tendrán que tener varias pruebas. Por otro lado, si en alguna época en España se llevaba a un sacerdote para purificar el rodaje, en Japón suele realizarse también una purificación previa para que el rodaje vaya bien y los espíritus no se ofendan por representarlos en la pantalla.

La cultura nipona siempre ha visto con cierta naturalidad el tema de la muerte. No es extraño conocer a algún japonés actual que comente que en alguna ocasión haya visto un fantasma. Si unimos este hecho a una rica mitología basada en leyendas, el género entronca directamente por un lado en los vistazos hacia lo paranormal tradicional del mundo nipón y por otro, con los miedos a una evolución constante en lo tecnológico. Tradición, cultura y tecnología se unen, se dan la mano. La más conocida en la actualidad, The Ring de Hideo Nakata terror a través de las cintas de video VHS, Llamada Perdida de Takashi Miike por la línea telefónica y Kairo de Kiyoshi Kurosawa es a través de una pantalla de ordenador. A estos temas en los últimos años también se ha sumado el de la soledad que provocan las grandes ciudades y los inadaptados a la misma. Este tema no es original de la cinematografía oriental sino también de la norteamericana y europea. Ahí surgen producciones modernas y también muy conocidas como Suicide Club de Masami Nishioka o las dos entregas de Battle Royale de el gran director de cine norteamericano, Sam Reimi, sobre este género, en referencia a la filmografía nipona y diferenciándola de la oriental comenta: “en el cine de terror realizado en occidente, se ve a una mujer aproximarse a una puerta, luego un plano subjetivo cuando abre la puerta con su mano, y a partir de ahí el espectador sabe que va a pasar cualquier cosa. En el cine japonés, la mujer abre la puerta y entra en las tinieblas. Todo está en silencio, y cuando el ojo del espectador se habitúa a la oscuridad, descubre la silueta de un niño silencioso que mira fijamente. Es una propuesta terrorífica”.

Como comentamos, los yurei (“alma apenas visible”) son los fantasmas más conocidos y reconocidos de este género. Antes eran ya representados por mujeres con pelo largo, negro y vestidas de blanco en la época del teatro Kabuki. Entonces las mujeres no tenían consideración social alguna, así que iban de esa guisa para pasar desapercibidas. Resultado, sería fácil que resucitaran y se vengaran de quienes las habían ignorado. Según uno de los grandes directores del cine japonés del género, Takashi Shimizu, comenta sobre la vestimenta de los yurei: “En Japón, cuando una persona muere, la vestimos con un kimono blanco antes de ponerla en el ataúd, pensando que la vestimenta limpia el alma de la muerte para que pueda ir al cielo. Luego se la incinera. Cuando el alma de un muerto se manifiesta en forma de fantasma, suele hacerlo vistiendo ese atuendo de enterramiento”. A diferencia de los fantasmas occidentales, los espectros orientales, no lanzan en su mayoría cosas ni se lanzan al cuello, sino simplemente están ahí. Son gente que tienen cuentas pendientes pero no son monstruos. 
El espectador nipón está acostumbrado a pesar de un realismo casi detallista a un segundo después aparecer el momento más surrealista. No sorprende, por tanto, que el surrealismo aparezca en la mayoría de estas producciones, dando en ocasiones una sensación de incoherencia. Las pesadillas y los sueños suelen ser también recurrente en prácticamente todas las películas.

En la cinematografía japonesa los fenómenos naturales tienen excesiva importancia, presencia y relevancia, no ya estética, sino que se convierte en un personaje más. Fuera del género, tendríamos la nieve en Dersu Uzala o la lluvia en Lluvia negra, Rashomón o en una de las más recordadas, batalla final de Ran de Akira Kurosawa.

Dentro del género aparecen los fenómenos en Dark Water de Hideo Nakata.  Aquí toca el agua, un agua como aguacero que aparece el primer momento. Una niña desaparecida, una mujer recién divorciada con otra niña, y el agua como protagonista. Como potenciador de la historia, la mujer ha tenido que con anterioridad algunos problemas psicológicos. Se resume, en cierta forma, como la lucha de dos hijos, uno no corpóreo –agua- y otro sí por el amor de una perturbada madre. Hideo Nakata rodó en Hollywood una versión más de su Dark Water con actores norteamericanos. Además se rodó un remake más de esta historia. En esta última, aunque rodada por un director brasileño, Walter Seller, no hay escena sin agua. En eso sí supieran adaptarse al mundo oriental. Definido por el guionista de esta producción norteamericana, Rafael Yglesias “como el sistema sanguíneo del edificio y convertir el agua en un ser vivo”.  Además esta versión contiene algunos elementos inspirados en el cine de terror de Roman Polanski. Esa atmósfera gris, deprimente y compartido el mismo protagonista. Rafael Yglesias, el guionista, reconoce que hace un homenaje a La Semilla del Diablo de Polanski poniendo el mismo nombre al agente inmobiliario, con Mr. Murray (John C. Reilly).

 Esta característica atmosférica y estética ha traspasado las fronteras orientales, por ejemplo, de española La Monja dirigida por Luis de Madrid tiene excesiva importancia, con una venganza de una monja de un internado. Aparece después de un tiempo largo, ambiente azul oscuro en lo estético y la venganza posterior de un personaje que vuelve no se sabe por qué. El final, un favor de esa influencia para la producción española, es diferente al tradicional japonés.

Según la tradición, las consecuencias y al propio fantasma acompaña al protagonista allí donde se traslade. Esto diferencia a la mitología y filmografía occidental donde suele quedarse en el mismo lugar. Esto produce que el fenómeno de las casas encantadas, aunque existen, no sea muy común dentro de la filmografía oriental.  Apartamento 1303 y La Tienda Maldita son ejemplos de casas embrujadas, mientras Onibaba y Uzumaki en lugares malditos. Sobre esto aunda también  Ju-On es la persona que muere en un lugar con grandes dosis de ira. Quien acude a esos lugares, esa persona muerta se muestra con toda esa ira. Ira que se llevará a otros lugares y personas por donde vaya. Este es el comienzo de otra de las producciones míticas de este género, Ju-On La Maldición de Takashi Shimizu, que después en su versión norteamericana es conocida como El Grito. 

En un poco más de sesenta minutos, se creó otro de los mitos del terror nipón. Un profesor que visita la casa de un alumno que hace tiempo que no asiste a clase, se encuentra el pequeño en casa solo. A partir de aquí se desata la ira, en ocasiones, algo surrealista. Van muriendo –desapareciendo diferentes alumnos y profesores, en diferentes lugares. 

Sobresale en esta Ju-On, al estilo Alfred Hitchcock de Psicosis, el plano de la casa donde se desarrolla toda la acción.  Nos encontramos ante otra película sobre las casas encantadas o malditas, sobre lo que reseña el propio director que “en Japón hay innumerables leyendas milenarias niponas que tratan de lugares malditos, encantados. Pero más que la atmósfera o los actos de los fantasmas, lo que nos interesa en Japón es la huella del mal, la pervivencia de nuestros actos en un Más allá. El espacio físico es importante, aunque no determinante”. El resultado final es inquietante y desafiante, siguiendo principalmente a los miembros de la familia uno a uno.

Takashi Shimizu sigue en esta producción la iconografía de las IOWA pero añade otra muy reconocible para el espectador occidental, la del niño semidesnudo completamente pintado de blanco, sobresaliendo unos ojos negros y oscuros. Como en el primer caso, utilizado, a veces hasta la saciedad por otras producciones. La idea de que el niño estuviera desnudo y pintado de blanco, le surgió al director de un grupo de danza que bailaban así, porque quedaban aterradores, bellos y diferentes. Además pensó que llamaría la atención un niño en blanco y negro en medio de tanto color. 

En cuanto a la voz del niño, si tanto quiere a su gato, tenía que tener la misma voz que el animal, por eso no habla maúlla. Además entronca con la leyenda nipona que existe un niño que protege las casas y que tiene un aspecto como este. El actor que interpreta al niño en las tres producciones es diferente en cada una de ellas. El niño creció y eso hizo que tuvieran que cambiarlo. Fue complicado el rodaje con él, sobre todo, por la energía que desprendía el pequeño.

Los niños suelen aparecer mucho por estas producciones por ejemplo niña muerta (Premonition, Pynokerosis, Reincarnation), niña en una caja (Seance), jugando (Carved, Kaidan, Dorodo),  jugando con muñeca (Reincarnation), con poderes (Pynokerosis), abandonados (Dorodo, El Demonio) y así podríamos seguir con la mayoría de las producciones de este género.

Para dar terror, una herramienta de los guionistas es utilizar ya elementos que dar terror a la humanidad en general. Por ejemplo, animales (cocodrilos, tiburones, dinosaurios enormes) o fenómenos naturales (corrimientos de tierras, inundaciones) entre otros. Uno de los esos elementos serían los terremotos que suelen causar terror. A pesar de que Japón es una zona de terremotos, este fenómeno nunca ha sido utilizado para dar terror, solo en Carved pero como un elemento circunstancial. 

Otra constante es asesinar a la gente pero incluso antes es cortarles miembros del cuerpo antes de que mueran los personajes. Cortan pies en Audition, La Boca en Seres Extraños, Ceja en Kaidan o una mano en Onibaba. En Dorodo es la única producción en que tratan el tema de los caníbales. Al igual también suelen fumar mucho y son numerosos los protagonistas que le dan al pitillo.

Junto a los asesinados, también el suicidio está presente generalmente porque no aguantan la presión social, en un sentido más de deshonor que por la culpa entendida por el cristianismo. Congregación religiosa que no aparece prácticamente por ninguna de estas producciones y su influencia es prácticamente nula, lo que al espectador occidental también llama la atención.