-¡Es indignante! ¡INDIGNANTE! ¿Cómo podemos no tomar las calles ante una situación asĆ­? ¡Da vergüenza ajena! 

    -¿QuĆ© pasa, sesito? - me dice ZombiD, mientras termina de fregar los platos (yo guiso, Ć©l limpia y asĆ­ vivimos en armonĆ­a) - ¿Has visto lo de Siria, eh?

    -Eeeh... - noto que me sonrojo, y admito que lo que ha motivado mi arrebato, quizĆ” no sea, proporcionalmente, tan serio - Bueno... estaba leyendo las declaraciones anti-piraterĆ­a que dijeron en su dĆ­a los mismos directores que ahora estĆ”n implicados en el escĆ”ndalo de las subvenciones... - Mi novio se rĆ­e.

    -Bueno, parte de razón sĆ­ que tienes - dice lealmente - Desde luego, no es para felicitarles. Y hay que reconocer que el cine espaƱol, a mĆ­ me gustaba mĆ”s el de antes. 

    -¡SĆ­! Cosas como Atraco a las tres, El verdugo, Soltera y madre en la vida, Viridiana... pelis hechas con cuatro duros como aquĆ©l que dice, pero pasabas con ellas un rato agradable, y hasta tocaban la crĆ­tica social en una Ć©poca en la que uno se jugaba literalmente el pellejo si se pasaba de la raya. 

    -Y cosas como La noche de Walpurgis, El ataque de los muertos sin ojos... y hasta coproducciones increĆ­bles como PĆ”nico en el transiberiano... 

    ZombiD tiene mucha razón. Y creo que es hora de hablar de un gran clĆ”sico del cine espaƱol, precisamente en coproducción: El cebo. 



    Uno habla de cine espaƱol de los sesenta, y le vienen a la cabeza Pajares y Esteso, Manolo Escobar y Conchita Velasco, rumbas, destape y playeo, pero no TODO el cine espaƱol era asĆ­ ni mucho menos, ese era sólo el que "armaba mĆ”s ruido", digamos, pero existĆ­a otro tipo de cine que intentaba explorar otros argumentos y hacer cosas diferentes, como terror, gĆ©nero negro, fantaterror, y hasta slasher, antes de que el cine norteamericano se apropiase de Ć©l con sus cintas de adolescentes hiperhormonados que uno ve sólo para darse la satisfacción de que los maten de la forma mĆ”s creativa posible. Como aquĆ­ el problema siempre ha sido el mismo, es decir el sonante, para llevar a cabo esos guiones se tiraba de la coproducción, esto es, pedir financiación y medios a otros paĆ­ses que tenĆ­an mĆ”s posibles que nosotros. La cinta que hoy nos ocupa, El cebo, es una de esas. 


    Nos encontramos en un pequeƱo pueblo suizo en el que un vendedor ambulante encuentra una niƱa de corta edad salvajemente asesinada. El buhonero, como tiene antecedentes penales, duda en principio denunciar el caso, pero su conciencia le puede y lo hace. De inmediato, las sospechas recaen sobre Ć©l, y Ćŗnicamente el comisario Matthai le cree incapaz de cometer el crimen, pero Ć©l estĆ” a punto de retirarse. En su bĆŗsqueda de la verdad, habla con los compaƱeros de clase de la pequeƱa, y la amiga de la niƱa le habla de que ella tenĆ­a un amigo, "un gigante", y le muestra un dibujo que la niƱa hizo de Ć©l. Con el dibujo como Ćŗnica pista, emprende su investigación, y en su deseo de encontrarle, traba amistad con una mujer que tiene una hija de la misma edad que la vĆ­ctima, a objeto de hacerla servir de cebo. 


El cebo nos presenta una producción mĆ”s negra que policĆ­aca propiamente dicha, en la que la acción y el miedo provienen de intentar entender al asesino, y no perseguirlo. Casi por primera vez vemos en el cine la profundidad psicológica del criminal, y cómo es su frustración sexual y una castración psĆ­quica las que le inducen a buscar niƱas y matarlas, por la sensación de poder y venganza que con ello satisface. El cebo nos presenta asĆ­ a un asesino (encarnado por el actor Gert Frƶbe, famoso por encarnar a Auric Goldfinger en la cinta de James Bond del mismo tĆ­tulo, y al Baron Bomburst en la producción Disney Chitty Chitty-Bang Bang) terrible y que nos causa miedo, pero de personalidad llena de matices, en absoluto plano. No se limita a ser el malo, sino que es alguien que nos aterra por que vemos en Ć©l al psicópata, a la persona que puede ser cordial y amable en su vida diaria, pero es un depredador en su interior, y no podemos saberlo. Ladislao Vajda, el director de la cinta, nos ofrece aquĆ­ un suspense de libro de texto. Como dijo Hitchckok en su dĆ­a "imagine a un hombre sentado en un silla, bajo la que hay una bomba. Ɖl no lo sabe, pero el espectador sĆ­: eso el suspense". Vajda hace exactamente eso, dejĆ”ndonos ver al asesino en su vida diaria, y haciendo que Ć©l y el detective incluso se crucen en alguna ocasión, sin que ninguno de los dos sepa quiĆ©n es el otro. 


Si bien la extraordinaria presencia de Frƶbe como asesino hace que se coma la pantalla (seguro que el hombre serĆ­a una bellĆ­sima persona, pero yo vi esta cinta a la tierna edad de diez aƱos, y entre Ć©sta y Goldfinger, quĆ© manĆ­a le pude coger al pobre...), el detective Matthai, encarnado por el actor Heinz Rühmann, no se queda atrĆ”s ni por un momento. El inspector tendrĆ” primero que descifrar los sĆ­mbolos ocultos por una niƱa de apenas seis aƱos en el dibujo que ella ha hecho del que creĆ­a su amigo, y mĆ”s tarde confiarĆ” en haber dado con un mĆ©todo eficaz y totalmente seguro para atraer al asesino, hasta que caiga en la cuenta de que no puede controlar completamente a una niƱa. Matthai no es en absoluto un superpolicĆ­a, ni un hombre violento, sino que sigue mĆ”s bien el tipo del detective inteligente y reflexivo que confĆ­a mĆ”s en su inteligencia, y sabe que para cazar, no hay que perseguir y correr, sino rastrear y esperar. 

El cebo es una cinta en la que se mezclan inteligentemente dos mundos: por un lado, estĆ” la inocencia de la pequeƱa y el mundo infantil, que ofrece su cariƱo con despreocupación y sin recelos, es incapaz de pensar que pueda existir alguien en el mundo capaz de hacerle daƱo, y menos aĆŗn si esa persona ha sido amable con ella anteriormente, de modo que cuando alguien sensato intenta prevernirla del peligro que en realidad corre, no le cree, y prefiere refugiarse en el mundo falso de alguien que le ofrece palabras bonitas, juegos y dulces, antes que en la amargura de la realidad de quien pretende protegerla, pero a la vez la ha usado de cebo. Por otro lado, estĆ” el mundo de los adultos, donde sabemos que las personas no son siempre lo que parecen ser, donde el engaƱo, la frustración, el disgusto y la rabia intentan ser satisfechas de diversas maneras; unos intentando ordenar el caos, otros soƱando con una relación... otros, abusando de los dĆ©biles. 


Ladislao Vajda, cineasta de origen hĆŗngaro, ya habĆ­a alcanzado la fama en Italia y Francia rodando
producciones que habían estado no sólo prohibidas, sino que habían motivado el ser perseguido por los camisas negras de Mussolini, y finalmente se asentó en España, donde rodó la clÔsica Marcelino Pan y Vino, que le valió el Oso de Plata de Berlín, y Un Ôngel pasó por Brooklynn, coproducción que juntó a Pablito Calvo (el niño de la anteriormente mencionada Marcelino...), a nuestro Pepe Isbert y al actor internacional Peter Ustinov en el papel del scroogiano abogado Pozzi. El cebo se basó en la novela homónina de Friedrich Dürrenmatt, y contó con capital español, suizo y alemÔn (eso sí, de alemania occidental).

El cebo es, a fin de cuentas, una revisión del cuento clĆ”sico de Perrault, Caperucita Roja, donde decimos a las niƱas que no se aparten del camino ni hablen con desconocidos, que ese galante y amable seƱor, es en realidad un lobo que pretende devorarnos. Se trata de una pelĆ­cula de intriga muy bien lograda y que, sin usar prĆ”cticamente sangre ni ser explĆ­citos, no ha perdido una gota de intensidad a pesar del mĆ”s de medio siglo largo de vida que tiene; una cinta que nos enseƱa que ya se hacĆ­a un extrardinario cine policĆ­aco antes de cosas como El silencio de los corderos, y que nos recuerda que hubo un tiempo en que se hacĆ­a un gran cine en Ć©ste paĆ­s. Si tus padres aĆŗn no la han visto, les encantarĆ”, y la ausencia de detalles escabrosos la hace apta a partir de los once o doce aƱos*. Cinefiliabilidad 7, lo que significa que es algo Ć”rida de ver, y que no esperes escenas de acción de cortar el aliento, pero sĆ­ tensión y que merece la pena de principio a fin. 


    "Hay muchas historias acerca del Viejo Oeste, pero la que hoy les vamos a contar, trata de un hombre con un corazón tan grande... ¡que no cabe en Ć©sta pantalla!" Si no coges Ć©sta frase, tienes que ver mĆ”s cine. 

*¡Atención a los niƱos imaginativos! Para ellos, no ver nada, puede ser peor que ver algo, porque su cerebro es el productor de terrores mĆ”s fĆ©rtil que existe. Os habla la voz de la sabidurĆ­a, de la experiencia, y la de no dejar dormir a nadie.