Cuando escribes un artĆ­culo de cine un viernes dĆ­a 12, sabes que da igual lo que te haya pasado hoy: hay alguien que estĆ” mĆ”s frustrado que tĆŗ, mĆ”s desilusionado y mĆ”s triste. SabĆ©is de quiĆ©n hablo. Y como lo sabĆ©is, no vamos a hablar de Ć©l. Entre otras cosas porque Ć©l, pobrecito mĆ­o, en realidad no se mete con nadie salvo con campistas tozudos, pero hay otras personas en el mundo que dedican su vida a hacer daƱo a los demĆ”s. Que parecen pensar que las leyes, las normas o la simple Ć©tica, no se han escrito para ellos, que ellos estĆ”n por encima del bien y del mal y pueden obrar a su antojo en lo que gusten. Es el caso del innoble Natsirugu en la cinta Trece asesinos. 

En el Japón de mediados del siglo XIX, un samurĆ”i recurre al suicidio ritual (harakiri o seppuku) en seƱal de protesta por la despótica polĆ­tica que estĆ” tomando su amo, un importante seƱor feudal, Natsirugu. El joven seƱor, aupado en polĆ­tica por la adopción de su clan y relaciones de sangre, se ha dedicado a tomar por la fuerza todo lo que desea, cometiendo terribles atrocidades. Ha esquilmado a los campesinos a impuestos hasta hacerles morir de hambre, y al intentar rebelarse, los ha masacrado. Viola a las mujeres de los mismos hombres que le invitan a sus casas y le dan hospitalidad, mutila, humilla, mata, deshonra y destroza todo lo que ve, sólo para procurarse placeres nuevos. Asqueado por su proceder, el gobernador de la provincia acude a un samurĆ”i llamado Shinzaemon y le explica la situación: los modos de Natsirugu pueden hacer peligrar el perĆ­odo de paz del que goza Japón en ese momento, pero el atacarle abiertamente, debido a los apoyos de los que disfruta el joven, tambiĆ©n la perturbarĆ”n y podrĆ­an degenerar en guerra civil. PolĆ­ticamente, es intocable. Pero extraoficialmente… Shinzaemon, a sabiendas de que el guardaespaldas principal de Natsirugu es un antiguo amigo y compaƱero de armas suyo, no duda en aceptar el velado trato del gobernador, y se pone a reunir hombres, a fin de planear una emboscada en la que Natsirugu deje la vida. 



13 asesinos nos cuenta una historia en una sociedad que estĆ” cambiando. Mucho mĆ”s lentamente que el resto del mundo, donde para entonces ya habĆ­a estallado la revolución industrial y la lucha de clases, pero cambiando a fin de cuentas. La lucha a espadas, en una sociedad que ya conoce las armas de fuego, estĆ” pasada de moda y es ineficaz. Los samurĆ”is son considerados como reliquias de una Ć©poca pasada y vetusta, “las espadas ya sólo sirven para cortar nabos”, dirĆ” uno de los personajes de la cinta. Las ideas del honor siguen vigentes, desde luego, pero encarnadas en unos guerreros que saben que su tiempo estĆ” llegando a su fin. 

Al igual que las armas de guerra evolucionan, tambiĆ©n lo hacen las ideas y la sociedad, y aquĆ­ vemos el enfrentamiento de ideas entre los dos samurĆ”is principales de la historia. Por su lado, el samurĆ”i al servicio de Natsirugu, es un guerrero clĆ”sico. Ɖl sabe que su seƱor es un hombre despreciable y le asquea su vileza, pero como su sirviente que es, no se la cuestiona. EstĆ” convencido de que su cometido, no es cuestionarle, ni preguntarse a sĆ­ mismo si estĆ” bien o mal protegerle, sino tan sólo hacerlo. Ha jurado dar la vida por su seƱor y estĆ” dispuesto a hacerlo por encima de quien sea, pese a ser consciente de la maldad y estupidez de su amo. Su forma de enfrentarse a los cambios que ve que se estĆ”n produciendo, es embanastarse en el pasado e intentar hacerse a la idea de que puede pararlos… o simplemente, dejar que no entren en su mundo particular. 

Shinzaemon, por su parte, el samurĆ”i encargado de acabar con Natsirugu, sĆ­ piensa antes de aceptar un encargo y decide al servicio de quiĆ©n pone su espada, en favor de los argumentos. Ɖl tambiĆ©n es consciente de la inutilidad de su oficio en una Ć©poca de paz, y cuando le ofrezcan el trato, serĆ” la posibilidad de una muerte honrosa, a la medida de las de sus antepasados, lo que mĆ”s le seduzca, pero tambiĆ©n el enterarse acerca del tipo de alimaƱa del que va a librar al mundo, le decidirĆ” por completo. Ɖl opina que un seƱor, no debe ser servido simplemente por serlo, sino por merecerlo. Y un mal amo, no merece servidumbre. 

Natsurugi, por su parte, tiene todo el esquema del niƱo mimado que hemos visto en otros hombres acostumbrados al poder absoluto y a que nadie les haya dicho nunca “no”, como el histórico CalĆ­gula de la novela (y serie televisiva) Yo, Claudio, o como el rey Luis XIV de El hombre de la mĆ”scara de hierro. A travĆ©s de la pelĆ­cula, vemos que se considera una especie de ser “especial”, alguien que no tendrĆ” que morir nunca, que estĆ” en el mundo sólo para disfrutar. Carece por completo de empatĆ­a o de bondad, para Ć©l todos cuantos le rodean son sirvientes, tan prescindibles como rollos de papel, y les concede la misma dignidad o atención hacia sus sentimientos o dolores, es decir: ninguna. Es un psicópata. Y los psicópatas, en el terreno del terror, quedan de maravilla y le dan sal y pimienta a las historias… pero en la polĆ­tica, no me gusta pero nada encontrarme con uno.

Los doce samurĆ”is (y el cazador-guĆ­a-ayudante de todo que encuentran y que se les unirĆ” por que la idea de la batalla le parece divertida) sabrĆ”n que van a enfrentarse a un enemigo sensiblemente superior en nĆŗmero (pero como dirĆ” Shinzaemon: “cuando pica el anzuelo, no importa el tamaƱo del pez”) y que es posible que dejen la vida en el intento, pero el ser conscientes de quĆ© van a hacer, les parecerĆ” motivo mĆ”s que suficiente para no dejar de hacerlo. Todos ellos, incluyendo a alguno muy joven, estĆ”n mĆ”s que dispuestos, ansiosos, por entrar en batalla y acabar con su enemigo. 

Trece asesinos es una pelĆ­cula corta en historia y larga en metraje, pero no se hace pesada. Es una pelĆ­cula rodada con calma, que nos pone en antecedentes con toda relajación y que no precisa recrearse en detalles sanguinolentos o escabrosos para mostrarnos las crueldades en toda su crudeza. Los diĆ”logos tambiĆ©n estĆ”n teƱidos de cierta retórica no sólo oriental, sino de Ć©poca, y la parte efectista esta asombrosamente lograda, consiguiendo una inmersión en la batalla realmente notable. Batalla que por cierto, dura media hora larga, pero se te hacen dos minutos. Eso sĆ­, dos minutos intensitos, que para cuando se termina, estĆ”s sudando. Por Ćŗltimo, pero muy notable, la banda sonora de Koji Endo, es digna de mención, y la dirección de Takashi Miike -famoso ya por tĆ­tulos como Audition, o la cinta sobre yakuzas Dead or Alive- es acertadĆ­sima tanto en planos de cĆ”mara como en resaltes de imagen, como en construcción de la obra. Reconozco que era la primera cinta que veĆ­a de Ć©l, y voy a tener que buscar mĆ”s trabajos suyos, porque merecen la pena. 

La cinta que nos ocupa no es una cinta oriental rodada para ser vista sólo en Japón; sin dejar de llevar el sello nipón, se nota que la hicieron con gusto occidental a fin de ser exhibida en otros países sin que resultara demasiado Ôrida, y puedo atestiguar que no lo es. El jurado de Sitges también podrÔ decirlo, puesto que se llevó el Premio del Público en 2010.