Por Dita


     “Estamos en el Día de la Marmota… otra vez”. Más o menos, esa fue mi impresión cuando me bajé del Metro en Alto de Extremadura y empecé a ver chicos disfrazados. Y cuando recordé que tendría que escribir de nuevo la crónica del evento, mi realidad se volvió de blanco y negro, el ala de un sombrero negro cubrió mi mirada y una voz en off empezó a narrar: “…sabía que el día en que ella y yo nos encontrásemos de nuevo, tendría que llegar. Hay cosas que uno espera que pasen, y otras que reza que no sucedan, pero los tipos como yo, ni solemos ver cumplidos nuestros deseos, ni solemos rezar.” En fin, como esto es vender la farmacia (porque no hay más remedio), me puse mi jazz, me hice una cachimba, troné los dedos, y me puse a ello.

    A diferencia de en otras ocasiones, no nos saludó la cola habitual de este tipo de eventos. No sabemos si porque era domingo y relativamente temprano, o si porque los sufridos asistentes están empezando a llegar a la misma conclusión que yo: que diez euros largos para entrar a un sitio en el que sólo vas a gastar dinero, es un poco excesivo. Al entrar, nos saludaron los inevitables stands de librerías como Ivrea y demás, con sus exposiciones bastante sabidas, así como los dedicados a peluches, bolsas, camisetas y demás bichería… perdón, mercadotecnia.

    Mientras que la pasada vez pudimos ver algunos stands “interactivos” como masajes o cocina, en ésta ocasión, sólo un pequeño y escondido puesto de “retoque de cosplay” ofrecía la única oportunidad de hacer algo que no fuera sacar la billetera y gastar. También nos dimos cuenta que había una grandísima cantidad de muñecos, tazas, chapas, camisetas, peluches y frikadas… pero poquísimos mangas. Es cierto que haberlos, haberlos, los había, pero en un proporción ínfima, lo que a juicio de Yso y yo, las reporteras más dicharacheras de KoukyouZen, es bastante lamentable. Si se trata de un evento manga, y no encuentras mangas ni información sobre ellos, pues es como si vas al cine, pagas por ver la película, y te endosan un cuarto de hora de anuncios. Ah, espera, ¡que eso sucede! Entonces, a lo mejor es aceptable económicamente, pero descorazonador, también lo es un rato.

    Lo que sí llamó la atención de vuestras enviadas especiales, fue el espacio dedicado a la retroinformática y videojuegos de la década de los ochenta y noventa, donde pudimos ver joyas como ordenadores modelo Amiga, o videojuegos como La familia Addams, el mítico DoubleDragon o, agárrense, Los Blues Brothers… desgraciada, o afortunadamente, sólo aptos para consolas. Y digo “afortunadamente”, porque los llega a haber para pc, aunque sean en diskette, y aquí Dita se deja ahí la mensualidad. Pudimos ver a muchos niños mirando aquéllas pantallas de personajes pixelizados en ocho bites con cara de “¿y jugaban con esto….?”; sí, hijos míos, ¡desde los cuadritos de Mario, dos décadas nos contemplan! Lo admito: sólo por eso, ya casi valía la pena, pero es que vuestra Dita es una nostálgica.

   Aparte de eso, los habituales cosplayers, algunos dedicados al manga, otros a los videojuegos o los cómics americanos… una chica vestida de Hiedra Venenosa desahogaba en el baño su frustración porque casi nadie la había reconocido, y es que hasta en esto hay incultos. Mención aparte merecía un logradísimo IronMan (cuya foto me ha servido para presumir un montón en el curro), y una pareja que me llegó al corazón, porque se trataba nada menos que de Lupin III y Jigen Daisuke. Y como algún pretendido sabelotodo en manga suelte “¿y esos quiénes sooooon….?”, se la carga, ¿eh?


   Aparte de eso, poca cosa más, la verdad. Un día agradable por la compañía y la ilusión de la entrevista al autor de Ikkitousen que, con algún pequeño retraso, pero pudimos llevar a cabo. Y Dita se echó al bolsillo un par de parches de los Beatles y Motörhead y una cajita con una figurita de peltre de Lupin III, así que en conjunto, no estuvo mal… pero volvemos a la conclusión de siempre: es un centro comercial, y pagar por entrar a un centro comercial, y más un precio tan elevado, me sigue pareciendo abusivo; ya cuando abandonamos el recinto había un poco más de gente, pero en comparación con el volumen de personal que hemos visto otros años, nada destacable. Y como sigan en ese plan de no ofrecer nada más que venta y venta, preveo que el evento no crecerá, sino más bien al contrario… pero el tiempo dirá. Aquí vuestra crítica de cine favorita se vuelve a su mazmorra, a ver El sentido de la vida, que tampoco tiene ninguna lógica, pero en su caso, ahí está su encanto.