Si con anterioridad en el número 30 llegamos a explicar la era Yamato, en esta ocasión continuamos con la historia de Japón y continuamos con el período Nara, el inmediatamente posterior al Yamato.

En la historiografĆ­a clĆ”sica siempre se han diferenciado los perĆ­odos por sucesos de importancia fundamental que hacen que pueda verse un cambio en la cultura y en la sociedad. De todas formas, como podemos verlo en la actualidad, los cambios no son inmediatos y las fechas suelen ser simbólicas y asociadas a un hecho particular. En este caso el cambio de era se corresponde a cuando en el 710 la emperatriz Genmei estableció la capitalidad del paĆ­s en el palacio de Heijō-kyō, en la actualidad ciudad japonesa de Nara y que asĆ­ permanecerĆ­a, salvo el perĆ­odo entre el 740 y el 745, la capitalidad continuarĆ­a en dicha ciudad hasta que el emperador Kanmu la trasladó a Nagaoka en el 794, iniciando entonces el perĆ­odo Heian.


Como bien comentÔbamos en el anterior artículo en el cual hablÔbamos sobre la época Yamato, la sociedad japonesa de la época era prÔcticamente polígama y matriarcal. Marido y mujer vivían separados y los hijos se quedaban al cuidado de la familia de la mujer. El esposo no formaba parte de la familia; su función era la de mero visitante. Así pues, la esposa era la cabeza de familia. Esta situación empezó a cambiar cuando la clase samurÔi se convirtió en la fuerza dominante en los Ômbitos político y social.

Si bien veíamos que la influencia de China pasaba a Japón a través de la península coreana en el siglo VI d.C. , es en este momento cuando se asientan las bases del budismo en el país del Sol Naciente. En el período heiano se llevó a cabo un estudio mÔs serio de la religión budista. La rama del budismo que floreció en China, Corea y Japón fue la Mahayana, que sostenía que la salvación se logra mediante la fe en las piadosas deidades budistas, las bodhisattvas. La otra rama, o budismo Theravada, sostenía que el nirvana, o estado de felicidad, se alcanzaba mediante el autodominio y el conocimiento de uno mismo. Esta última rama se extendió principalmente por el sureste de Asia, mientras que la anterior prosperó en China, Corea y, luego, Japón.

Durante el período Nara el budismo no contó con una gran difusión entre el pueblo, sino que siguió siendo una doctrina y una prÔctica adoptada mayoritariamente por las clases altas.

Hubo un intento de sincretizar el budismo y el sintoísmo mediante la creencia de que todas las deidades, incluidas las sintoístas, eran manifestaciones del Buda original. Esta escuela, conocida como sintoísmo dual, estÔ en cierto modo en sintonía con la actitud no exclusivista que ha caracterizado las costumbres japonesas, según la cual es posible profesar el sintoísmo, el budismo o cualquier otra religión al mismo tiempo.

Tanto el emperador Shōmu como su consorte Kōmyō, del clan de los Fuyiwara, apoyaron fervorosamente y de forma oficial el budismo, considerĆ”ndolo ya como "GuardiĆ”n del Estado". Poco a poco el budismo se fue sincretizando junto al sintoĆ­smo, identificando algunas manifestaciones de Buda con la diosa sol Amaterasu, una de las diosas mĆ”s importantes del panteón japonĆ©s y de la cual se dice que es antepasada de la familia imperial, por lo cual vemos que en la memoria histórica del pueblo quedó suscrito la relación del budismo con el emperador, certeza que se une al hecho de la proclama realizada por este mismo emperador, que se declaró a si mismo siervo de los tres tesoros del budismo en su gran fervor religioso.

Fue precisamente su hija, la emperatriz Kōken, que subió al trono en el aƱo 749, a los 31 aƱos tras la abdicación de su padre, la que llevarĆ­a mĆ”s lejos la paridad de la religión budista al poder. La emperatriz, que habĆ­a abdicado a favor de su primo y sobrino el PrĆ­ncipe Imperial Ōi, conocido como emperador Junnin, tuvo que volver al trono en el 764, despuĆ©s de destronar a su sucesor, un gobernante dĆ©bil y a merced de ella realmente. Ella, seguramente alentada por la polĆ­tica religiosa de sus padres, era una fervorosa seguidora del budismo y engrandeció a un monje budista de nombre Dōkyō, dĆ”ndole tĆ­tulos y poderes. Esta politización de la religión budista llevó al emperador Kanmu a trasladar la capital hacia Nagaoka y luego a Heian, para apartar al poderoso clero budista del poder y dando origen a la era Heiana.