Hay autores cuya obra ha trascendido de forma notoria, otros, dejan tras
ellos una estela de grandeza que les colocan en una posición difícil de
superar. Nunca sabes cual será su siguiente paso y te preguntas ¿Será
capaz este tío de subir un peldaño más?
Parece que Paco Roca está un
poco en todos estos compendios que acabo de mencionar, porque después de
Arrugas y El Invierno del Dibujante parecía complicado que se sacara
de la chistera otra obra maestra, pero, ¡ay tonto de mí! si uno lee el
trabajo precedente a estas dos joyas se saca esta idea de la cabeza de
un plumazo. Los Surcos del Azar es la continuación lógica del trabajo de
alguien empeñado en sorprender al sufrido lector de cómics.
El
caso es que la idea es arriesgada para un mercado y un público como el
español, sobresaturado de literatura y películas sobre la tragedia que supuso nuestra
cruenta Guerra Civil. Sin embargo, Paco Roca logra con maestría meternos
desde la página uno en una historia tan terrible como conmovedora. El autor nos habla de los combatientes exiliados, muchas veces
injustamente olvidados, y no porque tengan mayor o menor importancia que
los que se quedaron en España, sino por el terrible viaje vital que
tuvieron que llevar a cabo, primero, vilipendiados en campos de trabajo
en la África ocupada, para luego ser usados como carne de cañón en la
liberación de Europa de la opresión nazi.
La historia arranca con
un sobrecogedor flashback. Este nos sitúa el 28 de Marzo de 1939 en el
puerto de Alicante, donde una multitud expectante aguarda que arribe el que podría ser el último barco bajo bandera de la república
que les conduzca al exilio. Ya desde este momento, la sensación de
tristeza y desamparo que inundan las viñetas es desoladora.
Tras este prólogo, la acción nos traslada otra vez hasta el presente en el pueblo francés, donde vive Miguel, uno de los
poquísimos supervivientes españoles que combatieron en la guerra civil
española y en la segunda guerra mundial. Olvidado por el
resto del mundo, un día recibe la visita de un joven escritor que está
muy interesado en escuchar todo lo que tiene que contar sobre aquella
epopeya.
Paco, que así se llama el investigador, comprende
pronto que no va ser tarea fácil sacar de su caparazón a Miguel, el cual no
parece muy interesado en despertar viejos fantasmas del pasado, por lo que le pide ayuda a Albert, un vecino del anciano, que más o
menos cuida de él. Tras vencer las reticencias iniciales, Miguel
comienza a narrar su fascinante, a la par que terrible, viaje, que le
conducirá desde las calientes arenas del desierto hasta el mismísimo París.
La narración se reparte entre los momentos de la historia pasada y de la presente, desvelando poco a poco los secretos del viejo combatiente. El ritmo es trepidante y, a pesar de que lógicamente cuente con muchos momentos de impasse, la acción no decae en ningún momento.
La estructura narrativa que antes mencionaba está bajo mi punto de vista muy bien tratada en el apartado artístico, donde el color nos transporta desde la languidez de la derrota, al desierto o a las cruentas batallas en suelo francés. Digo esto porque, para plasmar el momento presente, Paco Roca emplea una tonalidad de blancos y grises que saca al lector del pasado ejemplificando perfectamente como es la vida para Miguel, gris.
Hay veces en que la crítica siente una gran admiración hacia un dibujante porque emplea impresionantes recursos gráficos basados en páginas espectaculares o en sangrías imposibles y eso, no me mal interpretéis, está bien, pero esto es otra cosa, es la sencillez hecha perfección, una estructura clásica con 6 ó 7 viñetas, donde la fuerza de las imágenes puede estar hasta en el más pequeño de los detalles.
Todos estos atributos ya estaban presentes en la obra de Paco Roca y han crecido para bien.
La narración se reparte entre los momentos de la historia pasada y de la presente, desvelando poco a poco los secretos del viejo combatiente. El ritmo es trepidante y, a pesar de que lógicamente cuente con muchos momentos de impasse, la acción no decae en ningún momento.
La estructura narrativa que antes mencionaba está bajo mi punto de vista muy bien tratada en el apartado artístico, donde el color nos transporta desde la languidez de la derrota, al desierto o a las cruentas batallas en suelo francés. Digo esto porque, para plasmar el momento presente, Paco Roca emplea una tonalidad de blancos y grises que saca al lector del pasado ejemplificando perfectamente como es la vida para Miguel, gris.
Hay veces en que la crítica siente una gran admiración hacia un dibujante porque emplea impresionantes recursos gráficos basados en páginas espectaculares o en sangrías imposibles y eso, no me mal interpretéis, está bien, pero esto es otra cosa, es la sencillez hecha perfección, una estructura clásica con 6 ó 7 viñetas, donde la fuerza de las imágenes puede estar hasta en el más pequeño de los detalles.
Todos estos atributos ya estaban presentes en la obra de Paco Roca y han crecido para bien.
Volvamos un poco a la historia de Los Surcos del Azar, frase extraída de uno de los versos de Antonio Machado : «Por que llamar caminos a los surcos del azar», resume claramente el espíritu de esta obra.
Los personajes son bamboleados por los acontecimientos de tal
manera que su recorrido físico por los diferentes escenarios de la gran
contienda es casi siempre fruto de la suerte, buena o mala, según se
mire. Estamos ante la odisea de unos hombres que abandonan a la
fuerza su hogar, que luchan por una causa que realmente no es la suya,
con el convencimiento de que una victoria contra el Eje contribuirá a
restablecer la democracia en España. Lamentablemente, como todos sabemos, eso no ocurrió
hasta varias décadas después. A pesar de todo, el lector se ve
contagiado del ánimo de estos luchadores, quizás esta sea la moraleja de
esta historia, si es que la hay, que por mucho que las cosas se tuerzan
no hay que desistir si la causa que defiendes es justa.
Como mencionaba al principio, en la historia de los españoles que lucharon en la Segunda Guerra Mundial hay algunas luces pero también muchas sombras, como el trato vejatorio que recibieron en otros países, tratándolos casi de apestados, convertidos en mano de obra barata hasta que la situación requiriese otra cosa. La contrapartida a esto es que existe cierto orgullo patrio, plasmado por ejemplo en el nombre los tanques que entran en París, muchos con nombres españoles.
Los Surcos del Azar es también un extraordinario ejemplo del despertar de la inocencia de los españoles, que ven como todo lo acontecido en nuestro país no le importó un pimiento al resto del mundo durante muchos años. Pero ahí están personas como Paco Roca para remover unas cuantas conciencias y de paso como no, para demostrar como se escribe y se dibuja un cómic de los buenos.
Como mencionaba al principio, en la historia de los españoles que lucharon en la Segunda Guerra Mundial hay algunas luces pero también muchas sombras, como el trato vejatorio que recibieron en otros países, tratándolos casi de apestados, convertidos en mano de obra barata hasta que la situación requiriese otra cosa. La contrapartida a esto es que existe cierto orgullo patrio, plasmado por ejemplo en el nombre los tanques que entran en París, muchos con nombres españoles.
Los Surcos del Azar es también un extraordinario ejemplo del despertar de la inocencia de los españoles, que ven como todo lo acontecido en nuestro país no le importó un pimiento al resto del mundo durante muchos años. Pero ahí están personas como Paco Roca para remover unas cuantas conciencias y de paso como no, para demostrar como se escribe y se dibuja un cómic de los buenos.
Para los que no lo hayáis leído deciros que os estáis perdiendo una
de las mejores obras que se han publicado en los últimos 30 años y a uno
de los autores que ya ha rubricado su nombre entre los más grandes de
ayer, hoy y siempre.
Por último quiero agradecer de forma infinita a mi amigo y también artista Francisco Villanueva por haberme facilitado este ejemplar.
Realizado por ElEntrecott para Koukyou Zen
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