La prole maldita


Agosto de 1945. Hiroshima y Nagasaki estarían a punto de vivir una de sus peores tragedias que hoy en día sigue conmocionando al mundo. En el caso de Hiroshima: el seis de agosto, a las ocho horas quince minutos.

En plena II Guerra Mundial, los EEUU deciden usar su nueva arma contra Japón para poner fin una guerra que parece no acabar nunca. La bomba nuclear se usa por vez primera y entre los supervivientes comenzaría una atroz agonía por un factor que no se tuvo en cuenta en su día, la incógnita que aparecería con el paso de los días tras el bombardeo: la radiación nuclear. Ese fue el momento en que un calvario social también daría comienzo sobre esos supervivientes: los hibakusha.


En realidad, hibakusha es el término empleado para los supervivientes de la catástrofe nuclear que viene a significar «personas bombardeadas». La radiación les afectó de lleno, provocando malformaciones, cánceres y una herida psicológica imposible de curar en la inmensa mayoría. Un miedo que se apodera de ellos ante la idea del gran dolor que deberían llegar a soportar cuando la dama del alba aparezca ante ellos.

Pero la auténtica maldición no acabaría sólo en las secuelas físicas o psicológicas, pronto se extendería a una secuela social discriminatoria. En un tiempo donde apenas se sabía nada sobre la radiación nuclear y sus efectos, podría verse comprensible que el resto de la sociedad nipona viera lo que ocurría a sus compatriotas bombardeados como una de las más terribles enfermedades que imaginarse pueda. El temor a contagiarse era ineludible. La idea quedó arraigada en sus mentes y luego en parte de su cultura, porque la auténtica discriminación ocurriría una vez demostrada que los hibakusha, a parte de los problemas físicos que podrían llegar a padecer, no afectaría en ciertas áreas laborales o sociales, no eran foco de contagio. La sociedad comenzaba a marginarlos. En los trabajos no se creía que pudieran cumplir realmente como se esperaba de ellos, y en cuestión de emparejamientos, las familias podían rechazar la idea por miedo a que los descendientes nacieran con malformaciones o disfunciones.



La auténtica herida psicológica discriminatoria comenzaría, la auténtica maldición por aquellos que sobrevivieron a los bombardeos, una maldición que, sin desearlo, iría afectando a su prole que eran discriminados igualmente que sus ascendentes si se conocía que provenían de línea directa de un hibakusha. Ser un superviviente ya no era algo honorable, era una maldición que afectaba a sus vidas y a la relación con los suyos.

«Mi hija se quería casar con un chico de fuera de Hiroshima y su familia no quiso porque creían que los hijos vendrían con malformaciones» dijo Kenti Kitagana a la periodista de la Cadena Ser, Ana Terradillos, quien quiso saber un poco más de los hibakusha y se topó con estos testimonios escalofriantes, pero que cuentan hechos más comunes en nuestra sociedad de lo que nos queremos dar cuenta. Pero lo que más nos interesa viene cuando le dijo a la periodista: «Lo peor va a ser que los radiados de Fukushima van a sentirse discriminados también y eso que ahora hay más información y la seguridad de que las radiaciones no son contagiosas. Van a tener problemas para trabajar en países como Corea o China y también en los aeropuertos de Europa y América». 

De forma oficial, existen unos 360.000 hibakusha. En 1956, un grupo de estos se unió para formar el Nihon Hidankyo, una asociación que buscaba más medidas por parte del gobierno para ayudar a las personas damnificadas por las bombas atómicas y también formar un grupo de presión para la abolición de las armas nucleares.


Ana Terradillos con Kenti Kitagana.
     ¿Serán los evacuados de Fukushima la nueva generación de hibakushas? Aunque el término preciso realmente no afectaría a estos, es cierto que los hechos con la central nuclear de Fukushima fueron catastróficos y pendieron de un hilo para no llegar a acercarse a lo apocalíptico. Es un hecho que los evacuados lo fueron porque comenzaron a obtener datos de concentración de radiación en ciertas zonas, y es un hecho que, a pesar de que la sociedad sepa mucho, si no está realmente concienciada, seguirá abriendo una brecha de discriminación social por pura y egoísta supervivencia. Y si creemos que eso actualmente no es tan así, sólo hay que leer un poco más a Ana Terradillos y su interesante artículo para que ella misma cerciore un hecho donde una familia recién evacuada de Fukushima no fueran permitidos en un hotel sin razones lógicas aparentes.

     Las maldiciones no lo genera la magia negra ni un individuo definido o no, lo generan los grupos de individuos, la sociedad, que rechaza por razones realmente poco lógicas a aquellos que de por sí consideran distintos aunque realmente no lo sean. Y los hibakusha son un grupo social maldito que ven como su prole heredan tal estigma y viven cada día con miedo horrible ante lo que pueda ocurrir con las centrales nucleares. Ellos se sintieron realmente afectados ante el caos por la central de Fukushima. Y ahora, ven como aquellos que han escapado de Fukushima es probable que comiencen a sentir y padecer la misma maldición que ellos han padecido, padecen y padecerán, por lo que sus grupos de afectados se intentan poner en contacto con ellos.


    Una maldición social que para que deje de ser así hace falta un poco más de racionalización, pero que por desgracia parece ser fatuo. Si los evacuados de Fukushima acaban siendo la nueva generación de la maldición de Hiroshima, será el tiempo y la sociedad quien lo dicte.

Fuentes

Los discriminados hibakusha, por Ana Terradillos. Cadena Ser.

https://cadenaser.com/ser/2011/03/21/internacional/1300671924_850215.html (consultada el 17/04/2022)

Wikipedia

Hibakusha: https://es.wikipedia.org/wiki/Hibakusha (consultada el 17/04/2022)